[QUENTIN]
Otro anónimo más que vuelve a iniciar este juego de al gato y al ratón que no nos ha dejado tranquilos desde hace meses atrás ¡No comprendo qué es lo que quiere de nosotros!, ¡acaso nos acosará hasta que sedamos!, ¡esto sobrepasa mi paciencia! Volteo a ver a Keira que al igual que yo no sabe qué pensar o decir.
―Creo que es hora de irme― le digo, mientras me alejo de ella.
―Vamos a resolver esto Quentin, una de las dos partes se va a cansar y no seremos nosotros― me comenta.
Regreso a ella y le doy un abrazo― cuídate hermana, cualquier situación me avisas. Te diría que me enviaras un mensaje cuando llegues, pero, no quiero ser un hermano sobre protector.
Keira sonríe ― aun así te llamo más tarde ― responde.
Yo salgo de la oficina, sin decir una palabra más, y subo al elevador para dirigirme al auto. Cuando se supone que debería estar festejando todo esto que ha pasado entre Keira y yo, y el hecho de que seré padre de nuevo, me encuentro preocupado por todos estos acontecimientos que no puedo resolver, porque si estuvieran en mis manos, ya hubiese terminado con ellos.
Salgo caminando hacia el lobby con el móvil en las manos y después de pasar la seguridad, salgo del edificio para encontrar a mi chofer esperando por mí.
―¿A su oficina, señor? ― me pregunta.
Entro al auto y antes de que cierre la puerta le respondo ― lléveme con la señora Valois, vamos al local.
―Enseguida señor― responde y cierra la puerta.
Mientras el autor arranca y comienza a moverse entre las calles, voy revisando los pendientes de este día pero no tengo cabeza para resolverlos, me tomaré el día libre, necesito pensar, hay muchas cosas rondando por mi cabeza que no me dejan hacer el trabajo bien.
―Señor, olvidé decirle que la señorita Lea y la señorita Adelaide se encuentran en casa de sus abuelos. La señora Isabel me llamó hace una hora para decirme.
―Gracias― respondo, para luego comenzar a mandarle un mensaje a mi asistente.
QUENTIN
JANA, ME TOMARÉ EL RESTO DEL DÍA. TE PIDO ESTES ATENTA A CUALQUIER SITUACIÓN. PUEDES SALIR TEMPRANO.
Envío el mensaje y momentos después ella me responde.
JANA
ENTENDIDO SEÑOR. GRACIAS Y PÁSELA BIEN.
Después de leer el mensaje me quedo en silencio viendo por la ventana del auto hasta que las calles comienzan a serme conocidas y sé que pronto llegaremos al nuestro destino. Unas cuadras después, el auto se detiene y yo bajo de él sin esperar a que me abran.
―Ya sabes― le comento y mi chofer asiente.
Camino hacia el edificio y al entrar veo que Vivianne se encuentra atendiendo a unas personas. Al verme me sonríe y con una señal me dice que Isabel está arriba en su oficina. Entro a la parte de atrás, por donde están las cocinas para luego subir las escaleras que me llegarán a la enorme, pero sencilla oficina de mi esposa, quien en este momento se encuentra leyendo unos papeles sin percatarse que he llegado.
―Te han dicho que te ves muy guapa cuando te concentras ― hablo e Isabel levanta el rostro para luego sonreír.
―¡Qué grata sorpresa!, hace mucho que no me visitabas en el trabajo, hubo una época en que ni siquiera me dejabas trabajar, ¿recuerdas?
―¿Ese es un reclamo?― comento, mientras cierro la puerta con llave y jalo las cortinas para cubrir los ventanales que dan al corredor de afuera.
Isabel deja los papeles a un lado y se hace un poco para atrás separándose del escritorio. Puedo ver que su vientre ya se encuentra levemente abultado por el bebé que crece dentro de ella.
―¿A qué debo su presencia señor Valois? ― me pregunta de manera sensual.
La veo con ese cabello n***o y lacio tan bonito y brillante que tiene, con ese vestido tipo blaizer con botones dorados tan elegante y sexy que hace ver su cuerpo fenomenal, esas preciosas piernas kilométricas usando esas botas hasta las rodillas y luego me fijo en sus labios que me vuelven loco. Venía a contarle lo que había pasado con Keira, pero comienzo a sentir ese deseo de tomarla entre mis brazos y hacerle el amor que me percato que no es momento de arruinar la situación con una preocupación que aún no sé dónde se origina. Así que me acerco a ella y estiro la mano para que se ponga de pie y la siento sobre el escritorio.
―¿Pero qué pasa aquí? ― habla nerviosa y se sonroja.
Acaricio su mejilla mientras la veo a los ojos ― me enteré de que Ade y Lea se encuentran con tus padres.
―Así es ― responde ella aflojando mi corbata― mi madre sospecha que algo está pasando y para tranquilizarle le prometí que podía estar con las niñas hoy y convivir con ella, no te preocupes hay seguridad y me prometió que estarían solo en la casa.
―Excelente― murmuro mientras pego mi cuerpo un poco más y la acerco a mí jalándola de la cintura― eso quiere decir que eres mía el resto del día.
―Siempre soy tuya― responde coqueta quitando mi corbata y aventándola hacia algún lugar de la oficina― y siempre lo seré así que depende de ti el tiempo que quieres que sea tuya, cinco minutos, dos horas…
―La vida entera― murmuro acercándome a sus labios y dándole un beso que enseguida nos deja a ambos sin aliento.
Isabel lleva sus manos hacia atrás evitando caer del escritorio para luego reírse encima de mis labios― ¿a caso insinúas…? ― y levanta la ceja.
Luego se hace hacia delante y sus manos comienzan a desabrochar el cinturón de mi pantalón haciéndome sonreír. Por eso, amo a mi mujer, siempre estamos en la misma sintonía y las palabras sobran entre nosotros.
―¿Crees que sea prudente? ― bromeo mientras comienzo a quitarme el saco y desabrochar la camisa.
―Yo no fui la que entró cerrando la puerta con llave y jalando las cortinas― responde mientras desabrocha los botones dorados de su vestido mostrándome poco a poco su bella lencería de color rojo vino.
Embobado la observo. Definitivamente, Isabel es todo lo que deseo en una mujer y me moría si ella dejara de amarme o peor aún, si la perdiera. Ella se queda sobre el escritorio vistiendo solamente la lencería de encaje y sonrío ― eres la mujer más hermosa del mundo ¿ya te han dicho?― la alabo en un murmuro.
Ella sonríe― ven acá y hazme el amor Quentin Valois― responde y colocando su mano sobre mi nuca me empuja hacia ella para volver a besarnos con ese deseo que le he contagiado.
Enseguida hecho mi cuerpo hacia delante para recostar a Isabel sobre el escritorio y con una mano aparto todos los papeles que tiene sobre él haciendo que caigan el suelo. Mi cuerpo se acomoda encima del de ella para que mi boca comience a bajar por su cuello, sus pechos y su vientre, mientras nuestras pieles comienzan a frotarse.
La respiración de Isabel, beso a beso, se va convirtiendo en leves gemidos que comienzan a invadir el lugar. Su cuerpo comienza a arquearse mientras su piel se eriza por completo; cuando mis labios llegan a su intimidad un gemido más fuerte se escapa de sus labios y luego una sonrisa al ver cómo quito su braga usando mis dientes.
―No sabes cuánto te deseo Quentin― murmura.
Mis labios se van directamente a su entre pierna, jugando un poco con la idea de comenzar a emplear mi lengua en su intimidad y hacerla enloquecer como a ella le gusta. Las manos de Isabel juegan con mi cabello despeinándolo por completo al jalarlo levemente haciéndome saber lo excitada que está. Cuando mi lengua hace contacto con su intimidad, otro gemido se escapa de sus labios sin importarle quién nos pueda escuchar.
―¡Dios, Quentin! ― expresa mientras mi boca juega con ella. Sus caderas comienzan a moverse en círculos y sus piernas tiemblan al grado de que no puede controlarlas.
Amo ver a Isabel así de excitada, lo disfruto, me place muchísimo hacerle sentir tanto deseo y excitación porque no hay nada mejor para mi ego que ver que la mujer que amo se muere de deseo por mí.
―¡Quentin!― pronuncia mi nombre mientras siento la fuerza de sus piernas, la tensión de su cuerpo para enseguida sentir como libera un orgasmo que provoca se aferre a la orilla del escritorio gimiendo sin poderlo evitar.
Me levantó para poder ver la hermosa escena de Isabel excitada sobre el escritorio, sintiendo la ola de placer que acabo de generar en ella y cómo su cuerpo se arquea hasta que vuelve a abrir los ojos y me sonríe. Ella levanta su pie, lo pone sobre mi pecho y me empuja levemente para que me haga para atrás y me siente sobre la silla que está detrás de mí.
Isabel se pone de pie y camina hacía mi para sentarse justamente encima de mí, quedando frente a frente, acomodando su cuerpo junto al mío, y pegando su cadera a la mía sintiendo mi excitación debajo de ella rozando con su intimidad.
―Tu m'aimes Quentin Valois? ― me pregunta en un francés tan bonito que me hace sonreír. Sin embargo, no puedo contestar, ya que su mano ha bajado a mi bulto para acariciarlo lentamente provocándome más― ¿no lo pronuncié bien? ― pregunta coqueta.
―Fue perfecto, todo es perfecto, tú eres perfecta― murmuro mientras siento pequeñas olas de placer subiendo y bajando por todo mi cuerpo.
Los labios de Isabel y los míos vuelven a juntarse. Ella sigue jugando conmigo mientras yo me como su boca colocando mis manos sobre su trasero y apretándolo con fuerza. No me importa si estamos en la oficina de Isabel y si nos están escuchando, este momento es excitante y la adrenalina de que nos descubran lo hace mejor.
Isabel, deja de acariciarme para bajar un poco más mi bóxer y liberar mi bulto por completo. Ella se levanta un poco rozando su intimidad con la mía y después entro en ella haciendo que gima cerca de mi oído. Mis manos terminan de desabrochar su sostén y cuando sus pechos quedan al descubierto dirijo mi boca hacia sus pezones para comenzar a besarlos; escucho los gemidos cerca de mí.
Mi mujer mueve sus caderas de una forma fenomenal, de adelante hacia atrás mientras no puede dejar de besarla, de acariciar su piel, de hacer la mía. Disfruto la imagen de ella sintiéndose libre a mi lado, seguro, sexy y sobre todo del hecho de que el tiempo pasa a su lado y nos seguimos deseando como la primera vez que estuvimos juntos.
Una vez más siento otro orgasmo recorrer su cuerpo, provocando en mí un impulso en mi cuerpo, por lo que me levanto, aun con ella aferrada a mí y la llevo hacia la pared para recargarla sobre ella. Cuando la tengo entre mi cuerpo y la pared ahora soy yo quién comienza a moverse, entrando en ella y haciéndole gemir de placer.
―¡Quentin!, ¡Quentin! ― menciona mi nombre en voz alta mientras no dejo de hacerle el amor.
Siento sus uñas encajarse levemente sobre mi espalda y sus labios mordiendo levemente mi hombro derecho. Después de unos momentos volvemos a vernos al rostro, en el suyo puedo ver reflejada todo el placer que en este momento siente.
―Muérdete los labios ― le pido excitado, mientras siento como el placer se va acumulando en mis caderas― me encanta tu boca, amo tu boca.
Isabel, sabiendo que eso me lleva al límite se muerde los labios de la forma que me gusta. Lo hace una y otra vez que, mezclado con ese rostro de placer, haciéndome terminar de una manera tan placentera que no dudo en expresarla pronunciando su nombre en un gemido. Al terminar vuelvo a sentarme sobre la silla con Isabel encima de mí y aún agitados comenzamos a besarnos, repartiéndonos caricias.
―Te amo ― murmura bajito.
―Yo te amo más― murmuro para luego abrazarla dejando que descanse su cuerpo sobre el mío.