Keisha mira pesarosa el agua que Andora le trajo hoy temprano. El pan duro y rancio al lado del cuenco ya no le apetece, pero no tiene de otra que comérselo. Su hijo en su vientre está creciendo y un hambre voraz la ataca a esta hora en la mañana. La princesa corta el pan a la mitad y se lleva a la boca una de ellas con sus manos temblorosas y la otra mitad guarda inmediatamente para que nadie se dé cuenta de que la sirvienta le trajo algo de comer. ¿Cuánto tiempo más durará su condena y estará en este lugar tan lúgubre? ¿Por qué todo le sale mal aun cuando intenta hacer las cosas bien? No sabe las respuestas a las dudas que la carcomen, pero sabe del dolor en su corazón, que es mucho más de lo que puede soportar. En las noches, recuerda cada uno de esos latigazos que su esposo le dio e

