La mañana en el paredón de Santa Rita se desplegaba con una calma tensa, cargada de la promesa de acción inminente. Era temprano, aun la neblina matutina envolvía las montañas y los matorrales, otorgándoles un aire misterioso y enrarecido. Marianela y sus hombres estaban ocultos entre la vegetación, con el corazón latiendo al ritmo de la anticipación, listos para intervenir y salvar a Rafael Guerra de su destino fatal. Vestida con las mismas ropas que un hombre, un justiciero y todos con los rostros cubiertos por pañuelos, los miembros del grupo de rescate se camuflan hábilmente en el entorno. Todos tenían sus ojos fijos en el campo donde se llevaría a cabo la ejecución. Cada músculo tenso, cada respiración conteniendo la emoción y la incertidumbre del momento. Marianela, la líder indisc