Martina se sentía una diosa. Pensó que Javier iba a ser un poco más duro, pero enseguida se dejó llevar, y eso le encantaba.
Nunca la habían dejado tomar la iniciativa, por lo que solía aburrirse de tener relaciones y hacer caso a lo que el otro le ordenaba. Sabía que hacerlo con este hombre iba a ser una aventura, pero nunca se imaginó que iba a dejarse dominar.
Los breves gemidos y gruñidos de gusto que emitía por lo bajo no hacían más que motivarla y supo que estaba a punto de llegar en cuanto comenzó a mover sus caderas y tensar su cuerpo, pero ella se alejó en ese instante, dejando a Javier con la boca abierta.
La rubia soltó una risa al ver su expresión desencajada, claramente no estaba acostumbrado a que le hicieran eso, así que volvió a tomar su posición autoritaria atrayéndola
