Como había quedado con Javier, cuando él se fue a la empresa, ella se acostó un rato más. Le dolían los ovarios y tenía dolor de cabeza, así que supuso que era momento de empezar a prepararse para no encontrarse con la bandera de j***n en las sábanas.
Un grito femenino la despertó asustada y también gritó al encontrarse con una mujer que la miraba desde la punta de la cama.
—Ay, perdón, Martina —se disculpó la extraña sonrojándose—. Soy Julieta, la mucama de Javier. Pensé que estaba la casa sola, iba a cambiar las sábanas, pero no te preocupes, seguí durmiendo.
—No, no, igual ya me tengo que levantar… no quiero dormir mucho, sino a la noche no voy a poder cerrar los ojos ni por dos minutos. —Se levantó y se puso a buscar ropa limpia en el armario—. Voy a darme una ducha.
Se encerró
