Martina caminaba por los pasillos de la empresa mientras hablaba por teléfono con su mamá, quien aún no podía creer que tuviera una relación con el hijo de su mejor amiga. La verdad es que la rubia tampoco podía creerlo. Siempre le había costado formalizar con hombres, incluso le daba un poco de miedo ser novia de alguien porque sentía que eso cortaba su libertad, pero con Javier se sentía distinta. Se enamoró de él en un abrir y cerrar de ojos, con todas sus fuerzas, y decir que eran novios la ilusionaba muchísimo. No solo era un bombón, sino que era un hombre dulce y bastante divertido cuando era él mismo. ¿Cómo no enamorarse? —Mamá, ya sé que te gusta Javier como yerno, pero no nos vamos a casar. ¡Dejá de hacer una lista de invitados de una boda inexistente! —exclamó chasqueando l