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1266 Palabras
Ignacio intentaba captar la atención de su amigo todo el tiempo, pero este parecía estar obnubilado por una persona en particular. —¿Te querés ir? —le preguntó. Javier negó con la cabeza y frunció el ceño antes de tomar su whisky de un trago—. No tomes mucho, que tenemos que volver a casa —agregó. Aunque su amigo no lo escuchó, solo estaba atento al baile entre Federico y Martina, y en su hermana que estaba descubriendo tragos que no solía tomar, como la margarita. Decidió dejar de beber para poder estar lúcido en caso de que llegara a pasar algo, quizás tenía que golpear a aquel rubio, y si se emborrachaba no iba a tener nada de fuerza. Unos cinco minutos después, las modelos comenzaron a irse. Martina tuvo que despegarse de su acompañante con decisión, ya que no la soltaba. Federico tenía una linda sonrisa y era atractivo, pero en esos diez minutos de baile se dio cuenta de que era demasiado posesivo. ¿Acaso todos los hombres eran así? Ella quería ser libre, tuvo novios que aguantó poco y nada porque todos eran celosos y sobreprotectores, ninguno le daba su espacio y para colmo ninguno quería que siguiera trabajando. —¿Están listas? —preguntó Candela, una mujer morena que ya llevaba varios años de carrera de modelaje. Todas comenzaron a asentir y respirar hondo mientras terminaban de cambiarse. Este desfile iba a ser el primero para muchas y se notaba el nerviosismo en el ambiente. En cambio, Martina estaba bastante tranquila y se retocó el maquillaje poniéndose un poco de brillantina. Si bien ya tenía experiencia, era la primera vez que modelaba en Argentina, el país de su madre, y quería hacerlo bien por ella. Mientras las chicas terminaban de prepararse, en el medio de la pista el ambiente estaba un poco tenso. Federico aprovechó que su nuevo capricho se había ido para retomar su plan: intentar algo con la hermana de Javier con el fin de molestarlo. Ella se veía muy fácil. Se notaba que era inocente y tímida, estaba seguro de que si le dedicaba un par de palabras dulces y promesas falsas iba a caer enseguida. Lo único que no sabía era cómo distraer al idiota de su competencia, no le sacaba los ojos de encima. Las luces bajaron y una alfombra roja se iluminó en el medio de la pista. El público aplaudió esperando el espectáculo y varias mujeres con vestidos glamurosos empezaron a caminar por la pasarela. Javier dejó de vigilar a su hermana, al fin, en cuanto Martina apareció frente a él. Movía sus caderas al compás de sus pasos, sacudía su pelo, sonreía y guiñaba el ojo mientras tiraba besos. Era la más preciosa de todas, o en ese momento parecía ser que solo tenía ojos para ella. Dio media vuelta y le dedicó una mirada rápida a él, quien apretó los labios y se cruzó de brazos con fuerza. ¿Por qué le atraía tanto? ¡Era solo una mujer! En cuanto desapareció de su vista, volvió a mirar a Inés y su rostro se transformó. Federico estaba detrás de ella, pegado a su cuerpo, y le estaba murmurando cosas al oído. Se dio cuenta de que su hermana no estaba muy cómoda, la notaba tensa y le hizo un gesto con los ojos para que la rescatara. Lo que iba a ser una linda fiesta y un buen desfile, terminó convirtiéndose en una guerra en cuanto Javier tiró el primer golpe, dándole de lleno en los labios del rubio y desestabilizándolo. Gritos, más golpes, amigos contra amigos, mujeres pidiendo que paren y hombres alentando. Era un desastre descomunal que se solucionó en cuanto los de seguridad agarraron a ambos muchachos y los sacaron del lugar con una patada. Por supuesto que siguieron peleando afuera, mano a mano. —¡Con mi hermana no te metas! —exclamó Javier con respiración pesada. Estaba rojo y se veía realmente furioso. De solo imaginar que ese tipo le podría hacer daño a su pequeña le hacía hervir lo que corría por sus venas. Podía parecer frío a veces, pero tenía sentimientos. Y aunque Federico estaba sangrando y escupiendo sus fluidos, su sonrisa cargada de arrogancia no se borraba. —Sabía que ibas a reaccionar así. Te dejé mal frente a todo el mundo, te hice ver como un violento y un inseguro frente a tus chicas favoritas… podrá dolerme esta herida durante unos días, pero la mancha no te la vas a sacar más —expresó entre dientes—. Sonreí para la cámara —agregó mirando al teléfono de su amigo, que estaba filmando todo desde el principio. —¡Esto se va a hacer viral! —gritó triunfante. Todos los secuaces se abrazaron y se fueron festejando mientras Ignacio salía del establecimiento en busca de su amigo. No le fue difícil encontrarlo, estaba sentado en el cordón de la vereda con expresión frustrada y la mirada perdida. Se sentó junto a él y palmeó su espalda. —Mis padres me van a matar —murmuró—. Acabo de manchar la imagen de su empresa… —¿Seguro? —lo interrumpió Nacho sacando el celular del bolsillo. Le mostró una grabación que había hecho segundos antes de la pelea. Se veía claro que Federico estaba seduciendo y tocando sin consentimiento a Inés y que Javier había saltado a defenderla. Esa iba a ser su salvación. —¡Sos un maldito genio! —exclamó su amigo recuperando la energía y abrazándolo—. ¡Te debo mil! —Sí, Javi, pero primero se tiene que hacer viral su video, para que cuando te defiendas… el golpe sea tremendo. —Le guiñó un ojo. —¡Javier! —lo llamó una voz femenina. El nombrado se paró de inmediato al notar que era su hermana. Estaba llorando y se colgó de sus hombros en cuanto se encontraron—. Fue horrible eso… —Ya sé, chiquita, perdón. Perdón por no haberte protegido —manifestó él con un nudo en la garganta. Se distrajo con la modelo y casi pierde la inocencia de su hermana. Así que en ese momento se prometió a sí mismo no volver a mirar a la rubia ni ceder a sus encantos. No podía volver a desconcentrarse y menos con Federico dándole vueltas. No pienso volver a distraerme con Martina, pensó. Aunque del dicho al hecho… ese pensamiento se le borró en cuanto ella apareció frente a él. Seria, enojada, con sus ojos cargados de furia. Debía admitir que así se veía bastante interesante y daba un poco de miedo. Era como un diablo vestido de ángel. Él abrió la boca para hablar y defenderse porque ya veía venir los insultos que iba a dedicarle, pero ella le dio una bofetada un segundo antes de que pudiera decir algo. —Arruinaste nuestra noche —fue lo único que expresó ella antes de tomar la mano de Inés y dirigirse a un taxi que acababa de parar. Javier se quedó atónito, al igual que su acompañante, y cruzaron una mirada llena de confusión. Esa mujer estaba completamente loca, pero lo peor de todo es que ahora debía admitir que lo había excitado de una manera increíble con esa rebeldía, no había forma de disimular eso, su erección presionaba con fuerza y no podía entender cómo en vez de reaccionar de manera enojada porque no le dio tiempo a explicarse, reaccionaba de esa otra forma. Probablemente, a partir de ahora, se le iba a hacer imposible alejarse de ella.
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