Javier no paraba de mirar a su hermana. Bueno, más bien, a su acompañante. Martina estaba hermosa, debía admitirlo, tenía un vestido azul pegado a su cuerpo que le marcaba sus curvas y la estilizaba. Su cabello rubio estaba suelto, casi parecía una melena de león. No paraba de sonreír y bailaba con un vaso de algo en la mano.
—Podrías dejar de vigilar a Inés y disfrutar la fiesta, aprovechando que el estúpido de Federico todavía no viene —expresó Nacho llamando su atención. Al menos no se había dado cuenta de que sus ojos no estaban puestos en su hermana.
—Solo estoy viendo que esté bien —contestó poniendo los ojos en blanco.
—¿Y quién es esa rubia? ¿Una amiga de ella?
Javier sintió un mal sabor de boca al escuchar a su amigo hablar de Martina, ya le había puesto el ojo y no le gustaba para nada. ¿Por qué se sentía de esa manera? Chasqueó la lengua y fingió que no le importaba, seguro que era algo temporal, quizás celos porque estaba ocupando su lugar en la casa.
—Es una italiana, modelo, hija de una amiga de mi mamá. Se está quedando en mi casa…
—¿Está durmiendo con vos? —lo interrumpió Nacho con sorpresa.
—No, no, que está en lo de mis padres, eso quise decir —se corrigió—. Es una mujer insoportable, hoy me tiró el café caliente encima, todavía me duele la quemadura. Además, se nota que es una malcriada y rebelde. El tipo de mujeres con los que jamás querrías estar.
—Te gusta —afirmó su amigo esbozando una media sonrisa. Javier se atragantó con su propia saliva y soltó una carcajada sarcástica.
—¿Cómo me va a gustar? ¡La conozco hace un día!
—La conocés hace un día, pero ya tenés un lado de su personalidad descubierto. Además, ¿desde cuándo te fijas en los tiempos? Te acostás con mujeres que conociste en una noche…
El millonario rodó los ojos. Lo que Ignacio estaba diciendo era absurdo. Era linda, sí, eso no podía negarlo porque se notaba, pero de ahí a gustarle…
Se dio cuenta de que Federico había entrado al lugar cuando sintió un frío recorrer su espalda. Era como si su cuerpo sintiera cuando su enemigo se encontraba cerca. Giró su cabeza y se encontró con aquel rubio antipático. Sobresalía de los demás porque medía casi dos metros y era bastante ancho. Su cabello mal teñido ondulado y peinado hacia atrás, sus ojos azules mirando a las mujeres sin ningún tipo de discreción mientras rascaba su barba y sus tres amigos que le hacían sombra, caminando con el pecho inflado como si eso los hiciera ver amenazantes. Solo daban lástima.
—Nacho, tengo que encontrar la forma de sacar a mi hermana de acá —dijo Javier al final—. Seguro que la conoce porque la habrá visto en fotos, para hacerme la contra se va a meter con ella y es lo que menos quiero.
—Sí, pero ¿cómo vas a hacer? —preguntó el interpelado.
—No sé, por eso te digo que tengo que encontrar una manera. A ver, puedo hacer de cuenta que me descompongo.
—Muy trillado.
Durante cinco minutos estuvieron vigilando a Inés y pensando formas de escapar, pero se tardaron demasiado, Federico ya la había visto bailar en el medio de la pista, la reconoció al instante y esbozó una sonrisa traviesa mientras se acercaba a ella.
Sabía que esa chica era la debilidad de Javier, así que iba a usarlo a su favor… aunque una mujer se le cruzó sin querer, chocó contra su cuerpo y le tiró todo el champagne encima.
—¡Perdón! —exclamó ella—. Ay, soy una tonta. Sos el segundo hombre al que hoy le tiro algo encima… me quiero morir.
Él la miró de arriba abajo, era hermosa y estaba muy buena, se le olvidó al instante acechar a Inés.
—No te preocupes, preciosa —comentó sin borrar su sonrisa. Por dentro quería matarla ya que manchó su camisa favorita, pero tenía que mostrarse como un buen tipo. Extendió su mano y la estrechó con la de la rubia—. Federico —se presentó.
—Martina.
Se quedaron un instante mirándose hasta que él volvió a caer en la realidad y miró nuevamente a la hermana menor de su enemigo.
—Ni se te ocurra. —Escuchó una voz detrás de él. Al girarse, se encontró con los ojos verdes y fríos de Javier.
—Amigo, hace mucho que no te veía —comentó Federico con tono burlón—. ¿Todavía te duele haber perdido?
—Nunca me duele perder —mintió—. No tenés nada que hacer acá, hay miles de mujeres, así que podrías buscar por otros lados.
—¿Qué hacés, Javier? Ya estás molestando a mi nuevo amigo —dijo la rubia cruzándose de brazos y arqueando una ceja. El nombrado bufó y se aguantó un comentario irónico.
—¿Se conocen? —quiso saber Federico con curiosidad. El saber que ahora Javier sentía debilidad por dos mujeres le interesaba aun más.
—No mucho —replicó Martina—. ¿Ustedes sí?
—Somos mejores amigos, ¿no, Javi? —manifestó mirándolo de reojo. Se acercó y lo abrazó por los hombros—. Muy lindas tus chicas, ¿con quién creés que se quedarían si tuvieran que elegir? ¿Con el ganador o el perdedor? —le dijo en un murmullo.
Ignacio escuchó esas palabras y agarró a su amigo del brazo para tranquilizarlo. Estaba seguro de que tenía muchas ganas de golpearlo y no podía armar un espectáculo delante de todos, era el más conocido de la fiesta.
—Son inteligentes, no te elegirían jamás —contestó Javier al final, zafándose de su abrazo.
Las dos chicas miraban la escena sin entender demasiado lo que estaba pasando, se sentía tensión entre ellos, pero no se notaba porque parecía que estaban hablando de manera juguetona.
—¿Bailamos? —le preguntó Federico a la modelo, que no dudó un segundo en aceptar.
Javier hizo una mueca de disgusto y negó imperceptiblemente hacia ella, quien notó su gesto pero le hizo caso omiso.
—Inés, vamos a casa —expresó hacia su hermana.
—No deberíamos dejar a Martina sola —contestó ella, la verdad es que no quería irse porque la estaba pasando bien—. Quedémonos.
—Ella es grande y sabe lo que hace.
—Entonces váyanse ustedes, yo me voy a quedar, también soy grande y puedo elegir —replicó con una seguridad que ni ella podía creer. Su hermano frunció el ceño, resopló y se masajeó las sienes.
Apenas había pasado un par de horas con la rubia y ya estaba volviéndose una rebelde.
—Está bien, nos quedamos todos —dijo Ignacio—. Yo quiero ver el desfile.
—¿Van a desfilar? —preguntó Javier. Su amigo asintió y arqueó una ceja.
—¿Qué te preocupa? ¿Que todos conozcan a tu modelo favorita? —inquirió entre risas.
Pero Javi no contestó, solo miró a Martina y las manos de Federico rodeando su cintura. Ahora no solo iba a tener que preocuparse por su hermana, sino también por esa mujer.
Ese tipo no era para ella y no iba a permitir que la lastimara.