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1192 Palabras

Martina despertó gracias al ruido de cacerolas cayendo. Eran más de las doce y le daba vergüenza despertar tan tarde, pero la noche anterior se habían quedado bailando en una de las fiestas de la playa y no pararon hasta el amanecer. —¡La bella durmiente! —exclamó Javier al verla esbozando una sonrisa. Ella se rio y se acercó a darle un beso de buenos días. Si su reciente marido iba a esperarla así, cocinando en calzones, todos los días de su vida, no se podía arrepentir en lo absoluto de esa decisión. Él le dio una nalgada que la hizo respingar y ambos se rieron. —Feliz primer día de casada, señora Márquez —susurró Javier en su oído con sensualidad. —¡Agh, señora! ¡Qué horror! ¡Me hace sentir vieja! —exclamó Martina fingiendo una mueca de terror. Su acompañante contuvo la risa—.

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