Javier miraba a su mujer con admiración. Se había hecho amiga de la mayoría de las personas de la feria con su simpatía y bondad, era increíble que se ganara a todo el mundo con su sonrisa dulce y encantadora. Además, los ancianos ya lo conocían a él y a toda su familia, por lo que trataron a Martina como una Márquez más. —¿Entonces están acá por su luna de miel? —interrogó Betty, una señora que tejía cosas de lana. —No, solo vacaciones —contestó el millonario esbozando una sonrisa. La mujer lo miró con una ceja arqueada y le miró las manos con interés. Vio que tenía alianza, pero no dijo nada, solo le devolvió la sonrisa de manera comprensiva. —Espero que disfruten su tiempo libre, entonces. —Les guiñó un ojo. Javier le agradeció con la mirada y continuaron caminando tomados de la