El millonario terminó de subir el cierre del vestido de su mujer y le dio un beso en el hombro descubierto. Ella esbozó una sonrisa y giró para sacarle la corbata. —Demasiado formal, no hace falta —expresó. —¿Por qué no podemos quedarnos en la cama? —quiso saber él haciendo puchero con los labios. —Porque le prometimos a Ana que íbamos a ir a cenar y ya no le podemos cancelar —contestó Martina pellizcándole la mejilla. —Sí, pero va a llover. Mirá que nublado está, hasta veo relámpagos —agregó asomándose por la ventana. La chica rio y le dio un empujón—. De verdad, amor, estamos en nuestra luna de miel, no quiero estar con nadie más que con vos. Martina suspiró y asintió con la cabeza. Tenía que admitir que ella tampoco tenía ganas de salir. —Está bien, te doy su número para que l