Martina miró por la ventanilla del avión mientras suspiraba. Tenía doce horas de viaje por delante, estaba llena de cansancio y de tristeza. Javier había decidido acompañarla al aeropuerto y, aunque los dos se hicieron los fuertes y lograron retener sus lágrimas, en cuanto se alejaron no pudieron aguantar más.
Elías, quien se encontraba sentado a su lado, la miraba de reojo sin saber qué hacer. ¿Debería decirle algunas palabras de ánimo o simplemente dejarla digerir la situación? Hizo una mueca y prefirió no decir nada, de todos modos, no la conocía mucho y le daba miedo que le molestara que la consuele un casi desconocido.
—Bueno, chicos —dijo Benito, ajeno a lo que estaba sucediendo con los modelos—. Me voy a dormir hasta que lleguemos —continuó colocándose una máscara en los ojos y u
