Hera Kade
La luna se alzaba como un ojo silente sobre el claro. La brisa nocturna traía el eco de antiguos juramentos. Nadie hablaba. Nadie se movía. Solo el fuego crepitaba en el centro del círculo, derramando sombras danzantes sobre los cuerpos reunidos.
En medio de todos, Hera Kade se arrodillaba con la frente baja y las palmas abiertas sobre las piernas. Su cabello oscuro le caía como un velo sobre la espalda, y sus ojos, aunque cerrados, ardían con el mismo fuego que consumía la leña sagrada. No era una mujer ordinaria. No esa noche.
Desde el otro lado del círculo, el chamán avanzó. Su andar era lento, arrastrado, como si la tierra misma lo sintiera pasar. Vestía pieles de lobo n***o, y en su rostro colgaban marcas antiguas trazadas con sangre seca. Nadie recordaba su verdadero nom
