Hera Kade El camino hacia la gran manada era largo y exigente, trazado entre colinas silenciosas y valles donde el viento arrastraba antiguos susurros... La mayoría serían de terror por la monstruosidad en la que ha sido construido este lugar. A medida que uno se acercaba, los árboles se volvían más altos, sus ramas entrelazadas como si protegieran la manda. El aire cambiaba: más limpio, más vivo, cargado de una energía ancestral que erizaba la piel. No era solo una travesía física, sino espiritual; cada paso exigía respeto, fuerza y humildad. En los tiempo muy antiguo solo aquellos con el corazón firme podían llegar hasta ella, eso era con los alfas originales, ahora solo un loco de la cabeza llegaría. Aquí voy yo. Y entonces, tras una última colina bañada de luz dorada, aparecía la ma

