12. Comida

1809 Palabras
Hera Kane Un beso... Que simple ¿Verdad? — Y un beso de verdad — agrego antes de empezar a cocinar. Sus hermanos están en la cocina observando sus dones culinarios, aún no saben lo que Iven pidió, yo estoy aquí como una jodida estatua sin saber que hacer por Dios y la Diosa, por todo lo que existe en este mundo yo no podría besarme con Iven, no quiero hacerlo. ¿Verdad? Y ya el aroma de la comida me llega a la nariz, huele muy bien y la comida no es cualquier cosa, entre cierro los ojos, no creo que le salga tan bien para merecer un beso, sus hermanos me mira como si fuera una bruja y lo hubiera hechizado. — Se que mi padre es hechicero pero no lo he hechizado para que me vean así — me defiendo. Iven se ríe mientras pasa sus manos por el delantal. Y que maldito, se ve irresistible, algo que me intimida mucho de los cinco es eso, son unos hombres maduros Pero muy guapos, no me sorprende que las mujeres se ofrezcan en bandeja de plata, tienen una belleza irreal, podrían ser mis padres... «Pero no lo son» Eso es obvio, y son grandes como también todos esos músculos y esa mirada asesina... Ellos me prenden con solo verlos, esa conexión entre nosotros, me hace querer estar de rodillas entre ellos complemente desnuda, no solo por fuera sino también de mi alma y es... Algo que no quiero, no me gusta sentir esto por ellos. No lo merecen. — ¿No puedes hacer hechizos? — pregunta Jareth. Evidentemente no. — Algunos muy básicos, no me gusta y no hace uso de ellos, lo mío es más lo humano — comento sabiendo su indiferencia por la humanidad. La mía también. — ¿Humano? — pregunta Iven cortando algo que huele bien. — Si, me gusta ser honesta y real, la magia se me hace muy fantasioso. Lucrecia hierve el agua y no alza la cabeza ni por error. — ¿No harías ni un hechizo por nosotros? — pregunta Jareth. — Convertirte en sapo tal vez — digo viéndolo mal. ¿Por qué no podía tener destinados jóvenes o otros que no fueran ellos? Esto no sería tan difícil. Ellos me hacen sentir una sensación de dominio, Jareth me sonríe y me tenso aún más, es que se ven tan guapos cuando hacen eso. Literalmente son el tipo de hombres que ves y solo puedes pensar en decirles "Yes Daddy" Llevo mis dedos a mis sienes y masajeo, no pienses estupideces Hera. Magnus es el que más ansiosa me pone cuando está cerca mío, tiene una manera de tratarme y verme que no se, no entiendo. Alden es el que me pone muy nerviosa y Alaric... Alaric me da miedo, Jareth por otra parte hace que la vergüenza me golpee. Iven, con el todo se siente más tranquilo, siento la confianza de poder callarlo sin miedo que me haga algo, es tan fácil de poder tratar y eso me preocupa. — Si con un beso me regresas a la normalidad — dice de manera coqueta. — Solo con un beso de amor verdadero y no aplica aquí — le recuerdo. — Que mala — se burla. Maldito. — ¿Seguro que no necesitas ayuda? — le pregunta Magnus a Iven. — No, no duden de mis habilidades culinarias. — Empiezo a creer que si eso sabe bien es por qué me va a matar — señaló. — No, no es la intención — responde Iven. — ¿Eres muy exigente con las comidas? — pregunta Alden acercándose a mi. — Un poco, estudio algo de gastronomía en mis tiempos libres — respondo. — Curioso ¿Que mas te gusta hacer? — pregunta Magnus. Cuando ustedes no sabían de mi... Observarlos, mi parte favorita era cuando iban a dormir, tienen una manía por dormir sin camisa y me imaginaba pasar mis dedos por la curva de cada uno de sus músculos... Lo sigo imaginando. Ellos se me quedan viendo, imagino que preguntándose por qué no pueden saber lo que pienso, me esforcé por qué no pudieran, pero eso acabara si ellos me marcan, cuando un hombre lobo marca a su mate, toda barrera se rompe es como si se volvieran una sola persona. — ¿Hera? — pregunta Alden. — Bueno me gustan los caballos, los amo, me encanta montar... Ver películas románticas, leer libros de romance, me gusta ir aún albergue para animales que funde hace poco... Me gusta nadar, entrenar y a veces me gusta tirarme en paracaídas, también me fascina probar comidas, solo eso. Los cinco me prestan tanta atención que me sonroja. — Lo de montar a caballo supongo que es una afirmación de que sabes montar a caballo — dice Alaric interesado. — Si, en realidad tengo un caballo y una yegua, Tirano y Tormenta — digo feliz. Tirano era el caballo de mi padre y Tormenta fue una potrilla que me dio cuando cumplí 4 años, obvio no sabia montar pero siempre lo acompañaba cuando montaba a Tirano, era muy unida a mi padre. — ¿Por qué Tirano y Tormenta? — Uf... Si les contará — la emoción vibra dentro de mi cuando lo recuerdo. — Cuéntanos — pide Iven. — Bueno... Desde pequeña ví a mi papá... — automáticamente me callo. Joder conmigo. — ¿A tu papá? — pregunta Alden frunciendo el ceño. — Si, a mí papá, desde pequeña lo vi odiar a los caballos — miento algo incómoda — no le gustaban y eso me llamo la atención para saber más de ellos, recuerdo que mi primer caballo fue Tormenta Pero Tirano es más viejo, le puse así por qué — mi padre le puso así por qué se parecía a él — tenía una actitud muy tirana y... No respetaba a mi padre — aún recuerdo cuando casi se le lanza a ese viejo — fue el mejor, costó que lo aceptarán Pero supongo mi madre hacía unas excepciones por mi. — Y supones bien, recuerdo que Laney tenía una yegua, Paloma, lo regalo cuando conoció a tu padre por qué no quería a la yegua... Paloma, papá dijo que la mataron, fue mi padre quien se la regaló a mi madre y le enseño a montar . — Si, la vida da grandes vueltas — respondo sin darle mucha importancia. Aunque la tiene, pero ¿Que les puede importar a ellos? — Tengo un caballo — responde Alaric curioso — es indomable, solo yo lo monto, se llama Tempestad. — Mi yegua se llama Tormenta — digo sonriente. Tirano y Tempestad son lo único que me hacen sonreír, los amo con todo mi ser. Tirano ya está por cumplir los 35, es viejo, eso me pone triste, es hijo del cuarto caballo de mi padre, Tirano fue el último caballo que papa tuvo. Alaric me ve con atención y eso me eriza la piel. — ¿Te gustaría conocer a Tempestad? — pregunta curioso. — ¿Puedo? — digo sonriente. Los caballos, las yeguas y los potrillos, son mi debilidad. — Luego de almorzar — dice Iven. — Por supuesto — dice Alaric. — ¿Por qué tirarte en paracaídas? Pones en riesgo tu vida — dice Magnus. Papá lo hacía. — Me hace sentir libre, el aire golpeándome, y esa emoción, la adrenalina corriendo por mi cuerpo me encanta — aseguro — y no me tiró de muy alto, no soy suicida. Al menos no mientras ellos vivan. — La comida estará en unos minutos — interrumpe Iven — ¿Crees estar lista para probar? — pregunta. No sé aún... — ¿Cuando sirvas? — pregunto — así será una prueba correcta. — Bien, Verania, sirve por favor — dice Iven. — Quiero comer aquí en la cocina — le digo a Iven cuando veo a Verania decirle a Lucrecia que arregle la mesa. — Podemos comer en el comedor — dice Magnus. — Aquí me siento cómoda de momento, por favor. Ellos se miran entre si no muy de acuerdo. — Limpien todo y nos dejan solos — ordena Alden. — Por favor — agrego. Me sorprende como Lucrecia y Verania se apuran por tener todo nítido y servido en la mesa de la cocina, me distraigo viendo lo que hacen que me sorprende cuando Jareth me carga, me estremezco recordando lo de hace unas horas, me sienta en el taburete que queda en medio, el plato ya está servido, Iven se sienta frente a mí. — Tranquila, te dejare comer primero — dice sonriente. Sus hermanos se sientan y nos miran. — ¿Que se supone debería hacer antes de comer? — pregunta Jareth sentándose a la par mía, Magnus de mi lado derecho. — La señorita me deberá un beso si mi comida llega a su expectativa — responde Iven. No sé si quiero comer ahora, esto huele muy bien, por lo tanto es seguro que va a saber muy bien y el está seguro. — Iven — gruñe Magnus — dijimos... — Que no haríamos nada que ella no quiera, pero estoy seguro que querrá ¿Verdad mi luna? ¿Quiero? Si Pero quiero que suplique por el primero, que se vea en la necesidad de rogar por el. — No — respondo segura — puedo probar y darte el beso pero no creo que te transmita nada, por qué no lo quiero — aclaro tomando el primer bocado — no te adelantes Iven, por otra parte tengo palabra — digo probando. El sonríe sin poder creerlo, pareciera deleitado por mi respuesta. — El negarte solo te hace más deciable para nosotros Hera, si con esos crees lastimas mi ego, al contrario. Pruebo la comida y estoy con el deseo de matarlo por qué si, sabe bien, no cabe duda de que estoy comiendo algo exquisito... Cierro los ojos dejando mis paladar disfrute. Pasan unos muchos segundos y evito gemir de lo bien que sabe. — Bueno admito que sabe bien — respondo. — ¿Solo eso? — pregunta Alden conteniendo la risa — sin duda eres una mujer difícil. Está vez soy yo la que ríe. — Para fáciles las mujeres que se tiran — respondo empezando a comer, los cinco se tensan y yo sonrió — ¿O estoy en un error? — Parece que tú meta es hacer esto difícil. — Como ya dije, para fáciles... — Solo come — me ordena Alaric. — Solo por qué yo quiero y por qué si, Iven cocino algo muy rico, no por qué tú me lo órdenes — aclaro — me encanta, sin duda creo que... — Me gane ese beso — me recuerda — no debe ser real entonces ¿En la mejilla? — negocia — señorita de palabra.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR