11. Cocina

1126 Palabras
Hera Kade Cierro con llave en el sanitario llevándome el celular a mi oído. — ¿Lucia? — pregunto en el celular. — Señorita ¿Está bien? Ya tengo un grupo de guardias si necesitan la vayan a rescatar, no se había comunicado y... — Necesito que liberes mi semana, estaré está semana aquí. — ¿Que? — Si, les daré la oportunidad que tanto buscan, asi que me quedaré aquí una semana y tengo un acuerdo de darles cinco meses para que me conquisten, algo completamente ridículo. Oigo un sonido cursi que me hace rodar los ojos. — Señorita usted sabe que la pueden conquistar, son destinados — me dice Lucia. — Lucia... — me quedo callada por un momento, se que no le puedo decir esto a ella — necesito que me mandes ropa por favor, también requiero que me mandes el otro teléfono, como también debes hacerte cargo de lo que deje ¿Está bien? — Si señorita, me voy a esforzar, y usted deje que conquisten su corazón, sin embargo, si en algún momento se atreven a hacerle daño por favor no dude en decirlo — se oye su preocupación. Sonrió sintiendo algo bonito en mi corazón, es la única que se preocupa por mi de esa manera. — Te diré si es así. Corto la llamada y me lavo la cara de nuevo, necesito un plan, ellos no planean cumplir ese tratado, estoy segura, igual los rechazare, pero estan confiados de que no será así. Salgo de la habitación y está vez si tengo hambre, me escabullo a la cocina, donde dos mujeres de edad que no logro descifrar me reciben. Se ven de 35 y 40. — Su majestad — responden ambas bajando la cabeza. Sonrió amablemente. — Buenas tardes ¿Cómo se encuentran? — Bien señorita — siguen con la cabeza abajo. — Me alegro ¿Podían alzar la cabeza? Es incómodo para mí la tengan abajo mientras les hablo. — Tenemos prohibido alzar la cabeza o ver a los Alfas a los ojos, y a sus invitados también. Sonrió negando ¿Por qué no me sorprenden? — Solo alcen la cabeza por favor, yo me encargaré de ello luego, a mí no me dirán nada y si les dicen algo yo me arreglaré con ellos ¿Pueden por favor alzar la cabeza? — pido acercándome a ellas, pongo mis dos dedos en el menton de cada uno — wow que hermosas — digo viendo sus ojos almendrados — mejor así. Ellas sonrien amablemente. — ¿No cree que es peligroso esto señorita? Ellos no le hacen caso a ninguna mujer, no es por querer meterme pero ninguna mujer que viene a esta casa dura más de 24 horas — dice la señora que se ve mayor. — Y la que duro más de 24 horas no se sabe nada de ella ahora — responde la otra. — ¿Quien es la que duro más de 24 horas? — me da curiosidad. — La señorita Aghata, era una mujer muy bella Pero desde hace 24 años no se sabe nada de ella — responde. — Lucrecia — le gruñe la señora mayor. Me río negando. — Me quedaré aquí por unos días, tal vez meses, soy la mate de sus alfas — les digo buscando un taburete. Ellas sueltan un sonido de sorpresa. — Lo he jodido ¿Verdad? — dice Lucrecia. — No, en lo absoluto, no has hecho nada malo, se que mujeres aquí entraron muchas, no me sorprende, me agradan ¿Me podrían contar más de ellos? — Bueno... — empieza Lucrecia Pero la otra señora le gruñe. — Señorita, no nos gustaría meternos en la vida de nuestros alfas, no me parece correcto — dice la otra mujer apenada. Sonrió negando. — Está bien, comprendo — ya luego hablaré con Lucrecia — mientras tanto ¿Me podrían decir que puedo comer? Tengo un hambre terrible. — Bueno, podemos hablar con el chef para que haga algo, justo ahora fue a cortar unas verduras — dice la señora mayor. — ¿Tienen un huerto? — Si, le gusta cosechar sus propias verduras y frutas. — Usted solo pida y se le dará lo que desee — dice Lucrecia emocionada. — Así es — responde Iven entrando a la cocina. Me giro hacia el, ellas bajan la cabeza automáticamente y el parece matar la buena energía, que bonito. — Alfa — saludan las dos. — No lo pudiste haber dicho mejor Lucrecia — asegura Iven, se acerca hasta tomar mi rostro entre sus manos — para nuestra luna lo que ordene y lo mejor — no quiero regalarle ni una sola sonrisa — ¿Que haces aquí? — veo cierto desconcierto. — Tengo hambre, y ustedes no estaban así que vine aquí por algo de comer — tomo una pera para comer mientras. — ¿Y ya te atendieron? — pregunta serio. — No, nos estábamos conociendo pero interrumpiste — respondo observando a las mujeres tensas. — Debieron atenderte primero... — Iven — interrumpo captando la atención que ya dirigía hacia las mujeres. — ¿Si? — ¿Sabes cocinar? — pregunto curiosa. Lo dudo, parece que requieren que todo se lo hagan los demás. — Si se cocinar — responde Iven seguro haciendo dude. O es verdad o miente para quedar bien. — Me gustaría que tú me prepares algo — digo sonriente — ¿Crees poder hacerlo? Más que disgustado parece feliz, eso me molesta. — Por supuesto ¿Que deseas comer mi bella luna? — preguntan remangandose las mangas y yendo a lavarse las manos. Las mujeres se giran hacia el sorprendidas, bueno, no son las únicas. — Quiero que me sorprendas, ya es hora de almorzar, podrian ellas ayudarte por qué supongo tus hermanos comeran con nosotros — digo. — ¿Lo que sea? — Si — respondo mordiendo la pera. ¿Estará bien de la cabeza? Me dado el trabajo de observarlo y no lo había visto ser tan amable. — Bueno, haré Risotto de trufa negra y hongos porcini, cremosorisotto con una mezcla de trufa y hongos porcini que intensifican el sabor umami. Está bien, tal vez si cocine pero eso no significa que lo haga bien. — Verania y Lucrecia van a cortar — ordena Iven. — Por favor — agrego yo. Parece ignorar lo que digo. — ¿Crees poder darme tiempo para comer? — Pasaría hambre para ver esto — respondo con seguridad. — Parece que lo dices con una sorbevia que creo siemtes no lo haré bien. — Y no te equivocas. Se gira con una sonrisa peculiar. — ¿Y si cocino bien? — Te concederé lo que desees — aseguro. — Perfecto, un beso será.
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