POV. AZRAEL.
Nunca había considerado la palabra "raro" como algo útil. Era vaga, blanda, un relleno para los que no sabían nombrar lo que sentían.
Esa palabra jamás ha tenido antes cabida en mi vocabulario.
Y, sin embargo, ahí está. Sorda, áspera y adherida como una astilla invisible a la base de mi lengua. Raro, digo para mis adentros mientras cruzo el pasillo hacia la oficina de Gedeón. Raro fue el desayuno que acaba de terminar. Raro lo que se sintió compartir esa mesa como esposos. Y por supuesto, raro que Prisca haya permanecido tan cerca de mí sin querer golpearme, sin siquiera mirarme demasiado, como si lo de ayer—ese momento febril, sucio y hambriento en la habitación que prepararon para nosotros y nuestra noche de bodas—fuera algo que solo ocurrió en un plano donde no hay regla
