Al llegar a la recepción, me acerco a Marley. —¿Quién me busca? —Ahí —responde señalando la puerta. Camino y al escuchar mis pasos, el hombre se da la vuelta. —¡Papá! —exclamo. Tantos años sin verlo y no se mueve, tiene las manos dentro de los bolsillos del pantalón, parece nervioso y avergonzado. Su cabello está cubierto de canas y en su rostro se pueden notar algunas marcas de expresión. —Hola, hija —murmura. Vaya manera de saludarme, después de tanto tiempo. —¿Qué haces aquí? —¿Podemos hablar? —pregunta. —No creo que tengamos nada de qué hablar —respondo seria. —Te prometo que serán solo unos minutos, por favor —me pide. —Está bien, permíteme —vuelvo a la recepción—. Marley, no traje mi teléfono, puedes avisarle a Caleen que saldré unos minutos. —Por supuesto, ahora le