Espere hasta que mi padre se quedará dormido, antes de volver a mi habitación, mi madre quien había abandonado la habitación tras las preguntas sin sentido de mi padre me agradeció el que le siguiera la idea, pues era lo mejor para él.
— Vaya, tardaste demasiado. — escuché la voz exasperada de Bael tan pronto como entre en la habitación. Eso no me impidió pegar un brinco del susto que me dio escucharlo tan de repente.
Mi mejor amigo tenía la mala costumbre de ingresar a mi habitación sin mi permiso. Solté un fuerte suspiro con la mano puesta en mi pecho, tratando de calmar mi acelerado corazón.
— ¿Qué haces aquí, Bael? — pregunté acercándome a mi cama, mi amigo estaba sentado en el marco de la ventana.
— Hago guardia. — dijo como si se tratara de el evento más normal del mundo, como si ya estuviera acostumbrado.
— Puedes irte, estoy a salvo. Lucifer me dio este collar con este talismán. — dije mostrándole mi nueva adquisición. Él sonrió y volvió su mirada afuera, el viejo árbol que estaba frente a mi ventana ya acercaba sus ramas lo suficientemente cerca como para tomar las hojas que brotaban de ellas con las manos, lo cuál hizo mi mejor amigo.
— Eso solo ocultara tu ubicación, al menos hasta que sepas usar tu poder y lo reflejes a través de él. — recalcó mientras seguía agarrando hojas de las pequeñas ramas del árbol.
— Eso ya es suficiente para mí, no podré dormir tranquila si se que estás en mi habitación. — me queje, él solo un suspiro y me miró.
— Te he vigilado desde que eras una niña, no te dabas cuenta de que estaba aquí, puedes fingir nuevamente que no estoy. — dijo aclarando uno de mis miedos.
— Eres un idiota, no volví a sentarme en el marco de la ventana porque tenía miedo de la presencia que sentía cada vez que dormía. — dije al tiempo que me cruzaba de brazos. — ¡Y todo el tiempo fuiste tú! — él asintió sin darle importancia al tema.
— ¿Le temes a lo que no ves? — pregunto mi amigo volviendo su mirada a mí, al parecer era una pregunta con trampa, ¿Qué diría si le digo que sí? Tal que no debería temerle a lo que no se puede ver, me vería como una niñita temerosa ante sus ojos, ¿Y si le dijera que no? — ¿Y bien? — volvió a preguntar Bael, con una sonrisa torcida en el rostro, no me dejaba mucho tiempo para pensar.
— ¡Claro que no! — exclame con seguridad.
Bael soltó una carcajada y se levantó de mi ventana, camino lentamente hacía mí, me senté en la orilla de la cama, esperando para ver que quería decirme, él se paro justo frente a mí, levanto mi rostro con sus dedos, obligándome a mirarlo, fruncí el ceño, era la primera vez que se acercaba tanto a mí, mi corazón empezó a latir nuevamente con rapidez.
— Niña tonta. — soltó con un gesto burlón, abrí los ojos sorprendida. — debes tenerle miedo a lo que no ves... — susurró, quite su mano de mi barbilla de un empujón, él volvió a ponerse recto y suspiro al tiempo que volvía a la ventana, está vez no se sentó en el marco sino que señalo el cielo. — allí arriba. — siguió señalando, me baje rápidamente de la cama y camine hasta allí, mire por la ventana hacía el cielo, pero no note nada extraño, se trataba del mismo cielo de siempre, con el mismo color y las mismas estrellas. — está sentado en su trono, se cree que gobierna, pero él solo mueve marionetas de su pertenencia, sus mágicas creaciones, celestiales, todos aquellos que no hicieron lo que él quería... ¿Sabes donde terminaron? — pregunto girándose hacía mí, negué con la cabeza. — aquellos poderosos e incontrolables, en el infierno, los caídos, les dicen, pero nuestro rey, aunque era su hijo favorito, termino en el infierno también. — suspiro.
— A él no parece molestarle. — comenté, Bael me miró con el ceño fruncido, como si hubiera dicho algo malo.
— Pregúntaselo. Tal vez te sorprenda su respuesta. — respondió con gesto serio, preferí quedarme callada, al parecer era un tema delicado para mi amigo. — yo solía ser el rey del infierno, tenía las cualidades para el puesto, era un buen rey. — me quedé mirándolo y escuchando atentamente lo que decía, él sintió mi mirada constante y se giro hacía mí con un gesto interrogante. — ¿Qué? — pregunto con un gesto indiferente.
— Nada. Bueno, es que me he preguntado ya en varias ocasiones... Si no eres humano y tampoco eres un ángel... ¿Eres un...
— Demonio, eso es él. — ambos nos giramos ante la presencia del rey del infierno, estaba sentado sobre mi cama, baje la mirada, avergonzada por mi pijama.
— Su excelencia... — dijo Bael inclinándose levemente, en lo que parecía ser una reverencia, Lucifer le hizo un gesto con la mano y él volvió a ponerse rectó.
— ¿Qué tanto quieres saber, Natalia? — susurro al tiempo que se levantaba de mi cama, sus ojos lucían de un color ámbar, me quede fascinada mientras lo veía acercarse a mí. Escucharlo mencionar mi nombre era algo de otro mundo, su voz ronca y gruesa hacía que mi cuerpo se estremeciera. Levante la vista tan pronto lo tuve en frente. — ¿Qué me dices, entonces? — pregunto con ojos curiosos, repasando mi rostro, Bael salió rápidamente por la ventana de un solo saltó, me gire preocupada, pero Lucifer me tomo de la mano impidiéndome que viera si mi amigo se encontraba bien. — él está bien, es un demonio, el mejor de todos, así que no dudes de su habilidad. — dijo haciéndome volver a su lado.
— Es cierto. — susurre bajando la mirada, más para mí que para él. Volví a mirarlo. — lo siento, una parte de mí aún no asimila la situación, creo que sigue siendo un humano, mi amigo. — le explique mirándolo a los ojos, él soltó una sonrisa burlona.
— ¿Crees que es tu amigo? — pregunto él, asentí con seguridad. — incluso él se opuso a que el rey del infierno tuviera una reina, incluso él... Se ofreció a asesinarte por el bien del infierno y su jerarquía. — lo mire, incrédula. — ya veo, no te convence. — agarro mi brazo, más abajo de la muñeca y lo giro, había una pequeña cicatriz de la cuál me arrepentía, podría decir que no estaba nada orgullosa de esa marca. — tú no lo recuerdas, Bael es bueno para meterse en tu mente, después de todo es un demonio, él hizo que hicieras esto... La daga que usaste venía del infierno, por eso la herida aunque fuera pequeña, fue mucho más profunda y la sangre no paraba de salir. — lo mire sorprendida.
— ¡Bael no podría! — exclamé soltando mi brazo de su agarre y ocultando mi cicatriz.
— ¿Acaso crees que te tiene cariño? — preguntó incrédulo, desvíe la mirada, en verdad así lo creía. Lucifer soltó una sonora carcajada. — no dudaría en cortarte el cuello si eso fuese necesario. No te ofendas, es solo su naturaleza, de hecho él también me clavaría una daga al corazón si yo no tuviera posibilidad de sobrevivir. — lo mire realmente sorprendida.
— No deberías dudar tanto de él, te es leal. — respondí en defensa de mi amigo, aunque fuese un demonio, me ofendía que fuese juzgado de ese modo sin poder defenderse. Lucifer volvió a reír, pero esta vez como si hubiera dicho algo extremadamente gracioso, tape su boca en un impulso, no quería que nadie lo escuchará. Él retiro mi mano de su boca poniendo un gesto de asco, di un paso atrás incómoda, era la primera vez que actuaba de ese modo.
— Sobreviviste esa noche porque llegué a tiempo. — espetó, sentí una fuerte punzada en el pecho, como si mi corazón fuera atravesado directamente por sus palabras.
— ¿Tú me salvaste? — pregunté dubitativa. Él soltó un fuerte suspiro.
— Si. ¿Tan difícil de creer es? — entrelace mis manos incómoda, preferí no responder. — pareces muy apegada a Bael. — comento más para si mismo que para mí.
— Yo bueno, lo conozco desde que era una niña. — me excuse, lo cuál era patético para él, para mí era un motivo bastante lógico.
— Tengo demonios que matan a su propia familia... ¿Por qué creerías que tienes algo de especial con él? ¿Sabes que se necesita para ser rey del infierno? — preguntó Lucifer. ¿Era otra pregunta con trampa, ¿Que debería responderle?
— ¿Poder? — respondí con una interrogante, él sonrió, pero me dio la razón.
— Hay algo más que el poder, evidentemente es muy importante el poder... Pero se debe complementar. — lo mire confundida. — maldad. — respondió secamente. — cada ser tiene ya sea solo una pizca de maldad o una montaña entera de ella. — inclinó su rostro levemente para mirarme con un gesto burlón. — Bael tiene el don de la franqueza, tampoco es que sea muy sutil, así que le importará un carajo lo que sientas. — concluyó encogiéndose de hombros. — puedes preguntarle, tal vez te sorprenda saber lo que piensa él de ti, eso si ya no ha dicho pequeños fragmentos de ello. — dijo dando justo en el clavo, Bael siempre susurraba comentarios ofensivos que apenas y en ese entonces entendía pero que ahora lograba entender completamente.
— ¿Entonces por qué no volvió a intentar asesinarme? — pregunte con un poco de fe. Lucifer suspiro exasperado.
— Llegas a ser muy obstinada. — susurro Lucifer irritado. — pensé que sería fácil explicarte, pero te empeñas en mentirte constantemente. — camino irritado y se sentó en mi sillón de lectura, lo llamaba así porque lograba encontrar muchas posiciones cómodas al leer cuando me sentaba allí, suspire abatida y me dirigí a mi cama, tal vez otras personas se asustarían por tener al diablo en su habitación, pero no es como todos lo imaginaban. — soy su rey... — continuó mientras yo acomodaba mi cabeza sobre la almohada. — si se lo ordeno, deberá hacerme caso, pues sueña con gobernar aunque sea como mi mano derecha, si no me obedece, estoy seguro que aquellos ángeles que causaron una revolución en el mismísimo cielo conmigo, estarían a gusto de darle fin a la vida del antiguo rey del infierno, ya no habría rival para mi reinado, pero prefiero tenerlo cerca, prefiero que este de mi lado que formar una nueva guerra, después de todo, hay muchos que aún le son leales a él, aunque no sería problema para mí acabar con su miserable existencia. — volvió a levantarse, me gire, quedando boca arriba, lo vi por el rabillo del ojo caminar hasta mí. — los guardo para nuestra próxima guerra, en la cuál estarás a mi lado. — fruncí el ceño sin entender, él me miraba desde arriba, un poco encorbado para poder mirarme de frente.
— ¿Yo estaré en tu próxima guerra? — pregunte preocupada, él asintió con una sonrisa en el rostro.
— Así es, liderarás la guerra a mi lado, contra mi padre... El Dios todo poderoso. — dijo rodando los ojos.
— ¿Contra Dios? — pase saliva, él volvió a asentir.
— ¿No eres muy religiosa, o sí Natalia? — pregunto divertido.
— No, yo eh... Creo en orígenes más lógicos. — respondí dubitativa, ridícula, tenía al diablo en frente, diciéndome que Dios era su padre y literalmente se encontraba frente a mí, mirándome con sus ojos ámbar, él me dio una sonrisa torcida, se había dado cuenta de mi reacción.
— Orígenes más lógicos... ¿Cómo cuales? ¿La evolución del simio al ser humano? — pregunto divertido, me levante quedando sentada, él se sentó en la orilla de mi cama para mirarme a la cara.
— Ahora que lo digo, frente a ti. Sueno bastante ridícula. — dije un tanto avergonzada.
— Lastima, iba a preguntarte como era que habían algunos simios sin evolucionar... — dijo divertido, lo fulmine con la mirada, aunque fuera el mismísimo diablo, no tenía derecho de burlarse de mí.
— ¿Te quedarás aquí toda la noche o puedo irme a dormir por fin? Fue una larga noche. — dije soltando un bostezo.
— Ya que lo mencionas, ¿Qué te dijo tu madre? — fruncí el ceño confundida. — hablo de La Muerte, ¿Paso algo? ¿Te dijo algo? — pregunto curioso.
— Ah... ¿Quién te dijo que vendría? — pregunté igual de curiosa que él.
— Las Moiras, ¿Quien más? — respondió encogiéndose de hombros.
— ¿Se aparecen ante cualquier persona? — pregunte confundida.
— Solo si eres especial. — sonrió, suspire, sabía que no me daba detalles a propósito.
— Dijo que estaba feliz de verme. — resumí, él me miró con un gesto molesto. — bien, no se como lo hice pero creo que le di a mi padre un poco de mis años de vida. — respondí al tiempo que jugaba con mis manos.
— Tú eres inmortal, como yo. Tus padres te dieron ese poder y la muerte también al renunciar a miles de vidas por ti, podrías arruinarla si quisieras. — dijo, pensé que bromeaba, pero no era así, él hablaba muy en serio.
— ¿Bromeas? Yo no puedo ser inmortal. — él suspiro al parecer ya hartó de mí.
— Lo eres. No preguntes más, intenta sacar tus alas, mañana vendré nuevamente a enseñarte. — sin decir más se levanto de la cama, camino hasta la ventana y abrió sus enormes alas blancas, de ellas se desprendió un polvo gris, lo que parecía ser ceniza, y salió de mi habitación así mismo, con sus hermosas y enormes alas.
Al momento de haberse ido él, Bael entró nuevamente por la ventana y me miró con recelo.
— Vaya, el grandioso Lucifer te dio el privilegio de ver sus alas. Felicidades. — aunque lo decía como de costumbre, esta vez sonó diferente para mí, era notorio que mi amigo sentía cierta envidia o celos hacía su rey.
— Supongo. Iré a dormir, Bael, por favor no te desveles por mi culpa. — le pedí mientras me acostaba y le daba la espalda.
En mi mente no dejaba de pasar la idea de que no le importaba absolutamente nada a Bael, de que él era solo un demonio sin sentimientos y que no le importaría matarme o dejarme morir si era por el bien del infierno, al menos tenía claro que algo le importaba, pero no tenía el valor de preguntarle si fue él quien hizo que casi me suicidará, ¿Cómo podría culparlo de mis actos? Solté un suspiro, la habitación se había quedado en completo silencio, sabía que él estaba perdido en sus pensamientos como yo en los míos. Quería creer que en el fondo, Bael no era así, que me estimaba un poco.