Dos mujeres tocaron mi puerta, no podía equivocarme, eran las mismas que antes lucían sus cuerpos desnudos ante Lucifer, abrí la puerta y las mire con cara de pocos amigos. — ¿Quienes son? ¿Qué quieren? — pregunté molesta. — Mi señora. — dijeron al unísono, ambas se inclinaron ante mí como si fuera de la realeza. — Por favor, no hagan eso, me hacen sentir incómoda.— les pedí. Ambas se levantaron de inmediato. — Lo sentimos mi señora, no queremos incomodarla. — se disculpó una de ellas. — No pasa nada. ¿Por qué están aquí? — pregunté a la defensiva. — Nos envío envío el amo Lucifer, debemos dejarla impecable para la ceremonia de presentación. — dijo la otra. — Díganle a su amo... Que yo puedo vestirme por mi cuenta. Así que se pueden ir. — dije con seguridad. — No señora, no