CAP #5 Víctima Equivocada.

2715 Palabras
Ahora me encontraba en el infierno, con Lucifer, no tenía ni idea de cómo lo estaba haciendo pero volaba por encima del lugar, veía a las almas destinadas a sufrir en el infierno y a sus torturadores: los demonios, desde la altura en la que me encontraba. Lucifer volaba a mi lado, se mantenía alerta ante cualquier imprevisto, un demonio se nos quedó mirando por un momento y luego bajo sus manos y levantó una especie de trompeta. — Oh, no... Ya nos vio. — dijo Lucifer preocupado al tiempo que miraba al demonio. — es demasiado tarde, tocará el cuerno. — suspiro, un segundo más tarde el cuerno que sostenía el demonio en sus manos resonó por todo el lugar. — bien, ahora todo el infierno está enterado de mi llegada. — comento irritado, lo mire confundida, aunque entendía que le molestará, por lo que había dicho anteriormente, no sabía en quien confiar. — No te preocupes, tome clases de defensa personal cuando era niña. — le informe, intentando tranquilizarlo. Pero lo único que logré fue que me fulminara con la mirada. — Dudo mucho que tus clases de defensa te protejan contra ellos. — señaló hacia abajo, una horda de demonios tanto alados como normales nos miraban fijamente, cuanto más avanzabamos, más sentía la mirada punzante de todos ellos. — Tienes razón, apenas y puedo moverme con estas cosas, hasta siento que si me sueltas de la mano me caeré. — comenté divertida, aunque en realidad era así, Lucifer me miró como si intentará buscar la verdad en mis palabras, detallando mi mirada, y mis gestos. — Está en tu mente, será más fácil ahora que no duele, solo debes adaptarte a ellas, no las rechaces, aceptalas como una parte más de ti, verás como podrás manipularlas con solo una orden de tu cerebro. — dijo con una sonrisa amable, suspire. — Lo tendré en cuenta para cuando ellos tomen por fin la decisión de emprender el vuelo y cortarme la garganta. — comenté desanimada, está vez Lucifer soltó una risita divertida. — no intentaba ser graciosa, hablaba muy en serio. — dije mirándolo con un gesto serio. — Es que... eso es lo gracioso. Se que es verdad, pero ninguno de ellos se atrevería a desafiarme, porque soy capaz de incendiar el infierno. — dijo mirando hacia abajo, mire detalladamente. — Parece que ya lo has incendiado antes... — comenté mirando las cenizas que volaban a nuestro alrededor. — Es mi territorio, debo cuidar que los demonios no escapen de aquí, o alguna alma que quiera dárselas de lista. — respondió encogiéndose de hombros. — Entonces, ¿Qué es lo que haces? — pregunté curiosa. — Eso. Lo incendio por las noches, mientras los demonios de vigilia tienen la guardia baja, así puedo ayudar con los deberes infernales... Pero supongo que cuando estés a mi lado tendré mucho más tiempo porque me ayudarás con los deberes. —dijo mirándome con una radiante sonrisa, me obligué a sonreír, él estaba seguro de que aceptaría vivir con él en el infierno. — Pensé que solo era una broma, ya veo que no bromeas. — dije mirando hacía abajo, algunos demonios empezaban a alzar el vuelo, los mire aterrada. — No les demuestres miedo, pero tampoco hagas qué te odien, déjame hablar con ellos, estoy seguro de que solo sienten mucha curiosidad sobre ti, se ha hablado de ti desde tu nacimiento que verte aquí soportando el clima del infierno es inquietante para ellos. — asentí en acuerdo, ni siquiera me había fijado del calor que hacía hasta que lo menciono. — Mi señor. — dijo el demonio alado que iba en frente de los demás. Su leve inclinación hacia Lucifer y su gesto arrogante no me dieron buena espina. — estábamos ansiosos de conocer a su compañera. — dijo echándome una mirada sagaz, le mantuve la mirada por el poco tiempo que duró. — Como siempre tú Semyazza, recibiendome tan pronto llegó, ya veo que las ansias no te dejaron estar tranquilo, pero no te preocupes, planeó presentarla esta noche en el palacio, como sabes, todos ustedes, mis leales caídos están más que invitados. — le dijo Lucifer haciendo ademán con sus manos y con una sonrisa que podría ocultar el fastidio que le provocaba lidiar con ese demonio. — Allí estaremos sin falta, mi señor. — dijo otro demonios de más atrás, Lucifer sonrió un poco más esta vez al verlo. — Ah, Yekun eres tú... No podía esperar menos de mi primer rebelde. Entonces allá los esperamos. — dijo sonriente, con mi mano agarrada a la suya se preparó para marcharse. — Señor. — dijo el que al parecer se llamaba Semyazza llamando la atención de su rey que se detuvo y se giró con un gesto gélido. — ¿No va a presentarnos a su compañerq, en este momento? — preguntó con un gesto desafiante. — ¡Dije, que lo haré cuando sea el momento! Ve a cumplir tus funciones y déjame a mí seguir con tus asuntos... — respondío él conteniendo su irá, podía sentir como apretaba mi mano pero resistí el impulso de quejarme, no quería quedar como una llorona, en lugar de eso baje el rostro y mordí mi labio inferior para contener un grito. — Usted tiene razón, señor. Tal vez deba ir a darle la bienvenida a aquella damisela que acaba de llegar al infierno — dijo señalando hacia abajo con una sonrisa torcida en el rostro, mire por impulso hacia donde señalaba su dedo y mi boca se abrió de inmediato por la sorpresa. La mujer que acababa de entrar al infierno era mi empleada, quien había quedado durmiendo en mi cama antes de irnos al infierno. Mire a Lucifer que apretaba la mandíbula. — Si, has eso. Nosotros nos marchamos. — dijo mientras se giraba nuevamente y emprendía el viaje hacia el palacio conmigo de su mano, mi boca temblaba, no podía creerlo.— siento mucho haberte lastimado la mano, él puede llegar a ser irritante. — dijo mirándome de reojo, los demonios ya habían quedado bastante atrás, pero podía escuchar al que había retado a Lucifer reírse con ganas. — ¿Es poderoso? — pregunté confundida, al ver que él no hacía nada para que ese demonio dejara de faltar a su autoridad. — Solía ser el líder de los vigilantes, además de eso tiene el poder del convencimiento, esos dos pueden convertir a cualquiera en seguidor. — comento pensativo. — Y tu a ellos. — dije mirándolo. — digo, por eso de que aunque ellos son así, terminaron siguiéndote a ti. Él se giró hacia mí y me miró sorprendido, levantó su mano y posó su pulgar en mi labio inferior, lo deslizó por todo el contorno y luego lo apartó dejándome ver su dedo lleno de sangre, sin pensarlo dos veces se lo llevó a la boca y lo chupo, dejándome estupefacta. — Se que te lastimaste por mi culpa, no querías quedar como una chiquilla, pero lo cierto es que aún no tienes la edad para reinar, pero la situación me llevo a actuar antes de tiempo. — suspiro. — sobre tu empleada... O era ella o eras tú, los angeles que fueron en tu búsqueda aún no saben cómo te ves, así que debieron irse al cielo con la maravillosa noticia de que asesinaron a la abominación de la muerte, Dios estará encantado, pero eso no durará mucho tiempo hasta que se entere de la verdad. — estiró su mano y volvió a entrelazar la con la mía. — entremos al castillo, allí puedes preguntarme lo que quieras. — dijo invitandome a entrar, no me había dado cuenta de que ya estábamos en la entrada, sino hasta que él lo mencionó, sin decir una palabra lo seguí. Aquel castillo no era nada como lo esperaba, grandes columnas de madera se extendían desde el suelo hasta el techo, en la mitad de ella habían gárgolas que lucían bastante reales, me quedé mirando las por un segundo con un gesto curioso. Sus ojos estaban cerrados, me acerqué y extendí mi mano instintivamente. — No querrás saber cómo se pone una gárgola cuando interrumpen su sueño. — dijo Lucifer a mi lado, mirándome como si fuese una tonta, aunque debía parecerlo, era el infierno, si yo me encontraba en el infierno todo era posible, detuve mi mano antes de llegar a tocarla y me retire. — ¿Es real? — pregunté al tiempo que la señalaba. Él asintió. — Así es, nacieron en el infierno y este castillo es suyo. — lo mire atónita mientras que él señalaba el amplio castillo. — ¿Son tuyas? — pregunté volviendo a verlas, en cada columna había una, pero la más esplendorosa era una que estaba arriba del enorme trono a la mitad del salón de la entrada. — Claro que lo son, pero aunque sean mías, son libres de ser de si mismas... — dijo caminando hacía adelante, dos enormes escaleras de cada lado dirigían a una segunda planta, el lugar era moderno pero tenía un estilo único. Lucifer se detuvo iniciando en el primer escalón de la escalera del lado derecho. — ¿Acaso no vas a venir? — preguntó curioso, mi mirada estaba fija en la enorme gárgola sobre el trono. — ¿También es tuya? Es enorme... — dije señalando la con el dedo índice, él dirigió su mirada hacía allá. — Claro, es la madre de las demás. Es mucho más agresiva que sus hijos, así que ven aquí, vamos a la mejor parte del castillo. — dijo dándome una mirada expectante. Caminé a paso lento, tímida e insegura. Lucifer siguió subiendo las escaleras, traía un cárdigan n***o que llegaba hasta la parte trasera de sus rodillas, no me había fijado en su vestimenta hasta este momento, traía un pantalón del mismo color de una tela al parecer bastante gruesa, sus zapatos eran del mismo color, muy elegantes a decir verdad, estaba segura de que su camisa era del mismo color, había guardado sus alas y yo las mías al iniciar por subir las escaleras, aunque me sentí tonta subiendo las escaleras en vez de volar hasta allí. — ¿Por qué está sobre el respaldo del trono? — pregunté caminando detrás de él, apenas y se giró a verme para luego volver su mirada al frente. — Es mía, se supone que proteja lo que me pertenece. — respondió secamente, íbamos a mitad de las escaleras y ya sentía que iba a morir de cansancio. — Ah... Tengo una pregunta más. — dije dubitativa, él guardo silencio y lo intérprete como que esperaba mi respuesta. — ¿No era más fácil volar hasta arriba en lugar de subir las escaleras? — él se detuvo de inmediato y se giró para verme. — ¿Que dijimos sobre el sueño de las gárgolas? — preguntó cómo si fuera evidente, abrí y cerré la boca sin poder mencionar palabras. Él volvió a girarse y continuó subiendo, estábamos a unos pasos de llegar al final, y todo se sentía muy incómodo, así que decidí volver a romper el silencio. —Tu ropa... — dije en un susurro audible, ya habíamos llegado al final, él seguía caminando sin prestar mucha atención, de igual forma sabía que me estaba escuchando. — ¿Qué pasa con mi ropa? — preguntó curioso sin voltear a verme. — Es moderna. — solté de inmediato. — Así es... ¿Esperabas que luciera ropas de épocas históricas?— preguntó al tiempo que se detenía frente a una habitación y abría la puerta. — No. Bueno, es que eres un arcángel y esperaba algo más a corde a lo que escriben sobre ti... — respondí avergonzada, él volvió a girarse y me miró con una sonrisa socarrona. — ¿Ah sí? — preguntó burlón. Asentí. — lo dices tú qué no has leído ningún libro sobre mí. — comento con gesto burlón, mis mejillas se tornaron de un color carmesí y pase saliva, incómoda. — Bael es un soplón. — refunfuñe. Lucifer soltó una risita divertida. — El mundo evoluciona, nosotros igual, vivimos rodeados de cosas nuevas, en el infierno se crean las mejores armas, tanto como en el cielo se hacen instrumentos poderosos. En la tierra encuentras mucho más, para nosotros es como ir a un mercado y poder comprar lo que desees. Tengo lo mejor de ambos mundos, como monarca del infierno no puedo darme el lujo de verme mal, los peinados cambian, las ropas cambian, incluso las personas cambian. — dijo nuevamente como si me mandará una nueva indirecta. Sonreí y asentí. — Es verdad, perdoname por hacer demasiadas preguntas... — dije mirando la habitación. — Es tu habitación, por favor. Ve a bañarte, enviaré a dos de mis demonias, tienen toda mi confianza, así que no te preocupes. — dijo intentando tranquilizarme, pero algo de mí empezó a surgir, parecían ser celos, que él se refiriera a ellas como mis demonias me había dejado un mal sabor de boca. Lucifer salió de la habitación sin decir más, entreabrí la puerta y me asome con curiosidad. Se encontraba a mitad del pasillo susurrando palabras que no podía entender, soltó un fuerte suspiro y se paró recto, trono los dedos y dos cuerpos aparecieron frente a él, sus cuerpos eran femeninos así que asumí que se trataba de las demonias de las que me habló, ambas se arrodillaron a sus pies, casi que tendidas sobre sus propias piernas. — Póngansen de pie. — ordenó con voz ronca. — usen su forma humana. — les dijo, ambas asintieron, sus rostros lucian terroríficos, tenían cuernos, y sus cabellos eran largos y de color n***o, la piel de cada una parecía tener heridas y quemaduras. De inmediato empezaron a transformarse en dos hermosas mujeres con cuerpos esculturales, desnudas ante él, sentí rabia y celos al mismo tiempo, pero a él no pareció importarle verlas de ese modo. — usen prendas ceremoniales, hoy presentaré a su reina. Se encuentra en su habitación así que quiero que la atiendan como se debe, usen el vestido ceremonial para la reina, ya saben dónde está todo, quiero que luzca perfecta. — ambas asintieron y se inclinaron levemente en una reverencia dejándole ver sus pechos. — Si amo. — contestaron en unísono antes de desaparecer de dónde estaban. Él volvió a pararse cerca del balcón, miró hacia abajo y suspiro. — ¿Todo esto es por desafiar a padre o es por mí? ¿Qué es lo que me está pasando? — se preguntó a si mismo preocupado, al tiempo que apretaba su pecho con la palma de su mano abierta. — no es la primera vez que tengo una compañera, ¿Qué me pasa? — volvió a preguntarse. Detrás de él apareció de la nada Bael, no entendía como podían hacer eso, ¿Acaso me obligó a subir las escaleras y podíamos teletransportarnos hasta arriba? — Es porque no es una compañera señor, usted eligió una reina. Es como ese miedo que sienten los hombres al casarse, usted ha tenido miles de compañeras, pero nunca una reina. — comento Bael detrás de él. — Bael, hasta que por fin llegas... Me he cansado de llamarte. Respondió Lucifer ignorando su comentario. — Señor, estaba terminando mi trabajo con esos angeles. Siento mucho no haber respondido a su llamado antes. — se excuso mi amigo. — No importa, necesito un informe de lo sucedido, fuiste muy descuidado al dejar que la empleada doméstica entrará al infierno al mismo tiempo que la traje conmigo. — lo riño Lucifer, Bael bajo la cabeza apenado. — Lo siento mucho señor, la muerte actuó muy rápido. — se quejó Bael. — La Muerte no deja de meter sus manos en mis asuntos. — dijo Lucifer apretando los puños. — Creo que intenta mostrarle a su hija la cara mala del diablo. — comento Bael, Lucifer asintió y suspiro. — Vamos, rápido. Las demonias no deben tardar, hoy será la ceremonia de presentación, así que necesito terminar con todo esto cuánto antes. — le dijo Lucifer al tiempo que se daba la vuelta. — Claro señor, lo sigo. — respondió Bael haciendo un ademán con su mano para invitar a Lucifer a adelantarlo.
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