Él se había ido, se había marchado sin tan siquiera mirarme, no dijo adiós simplemente se fue. Volé un poco más lejos sin perder de vista a la culpable de mi desdicha, tenía que calmarme antes de que quisiera asesinarla, que a decir verdad no me faltaban ganas, la muerte me veía desde allí, esperaba pacientemente mi descenso. Cansada de dar vueltas en el cielo aterrice de nuevo en el suelo, con tanta fuerza que lo sentí temblar bajo mis pies. La muerte levantó la vista y dejo una taza de té en manos de un hombre con apariencia deplorable, al parecer se trataba de un esclavo o algo similar porque tomo la taza e hizo una leve inclinación como lo es una reverencia y se alejo. — Viven en el limbo, me sirven a mí, son lo que llaman : almas en pena... Parecen uvas pasas, pero una vez que te