Matthew. Han pasado dos meses desde que volví de Dinamarca y siento que estoy muriendo. Toda la culpa me está quemando por completo. Nunca volveré a enamorarme de otra mujer, no podría, ya que el amor de mi vida es Sarah. Tampoco quiero, ya que nunca podré olvidarla. Merezco lo peor e incluso la muerte. Ojalá no me hubieran donado un órgano y me hubiera muerto, así no le habría hecho tanto daño. Bebo de mi botella y me doy cuenta de que esto es lo que soy, un maldito bastardo alcohólico. Voy a la terraza, en este momento me encuentro en la habitación de Sarah, donde hicimos el amor por primera vez. Alguien entra y me volteo rápidamente. —Hermanita, ven conmigo. —No vine para convivir contigo, Matthew. Solo quiero recordarte que Sarah te donó un órgano porque lo perdiste por beber dem