—¿“Puta cara”? —Leonardo leyó en voz alta las palabras que habían sido pintadas con aerosol en la puerta de hierro mientras se paraba frente a la entrada de la casa de Isabella con las manos en las caderas.
¿Qué demonios se supone que significaba eso? Se permitió pensar, a pesar de saber que la persona, o personas, capaces de responder a esa pregunta probablemente habían huido ya varios kilómetros lejos, buscando refugio tras su aparente crimen.
Leonardo había estado en la oficina, ocupándose de asuntos oficiales, cuando recibió la llamada de Isabella hacía casi una hora, ella había sonado calmada y serena, por lo que cuando le dijo que algo había sucedido, no pensó que se tratara de un problema tan grave.
Metiendo una mano en su bolsillo, Leonardo suspiró con un profundo ceño fruncido
