Lo único que Isabella sabía que tenía y podía utilizar a su favor era el amor incondicional de su familia hacia ella, no importaba lo que ocurriera, ni cuántos errores cometiera, siempre le creerían.
Esta era la única razón por la que no tenía duda de que Irene sería expulsada de la casa más temprano que tarde, todo porque su madre no soportaría oír que la misma niña a la que se había negado a aceptar acababa de empujar a su hija por las escaleras, “por despecho”.
Y, como era de esperarse, Meredith fue la primera en llegar, corriendo hacia la caída Isabella con preocupación, mientras las demás sirvientas se acercaban después de escuchar su grito, preguntando si estaba bien.
—¡Señora! —exclamó Meredith, arrodillándose junto a Isabella y acariciándole suavemente la cabeza mientras examina
