Irene se quitó los zapatos al entrar en la tenue sala de estar de su recién alquilado apartamento, el lugar era pequeño y un poco desagradable, con paredes descoloridas, tuberías rotas y muebles desgastados, manchados y rasgados. El apartamento era barato y, considerando la situación en la que se encontraba, tendría que conformarse, además, dejando de lado el precio, era el único lugar en todo Inglaterra cuyo propietario había aceptado alquilarle, al parecer, su mala reputación no solo afectaba a su negocio, sino también a la disposición de los propietarios de arrendarle un espacio. Claramente, temían más estar en el lado equivocado de la familia Montoya que perder unos cuantos cientos de miles, pero eso no le importaba realmente a Irene; después de todo, no tenía planes de quedarse much

