La fiesta de presentación terminó de manera grandiosa, y todos los invitados se fueron a casa felices y satisfechos.
—Isabella, gracias una vez más —dijo Benjamin mientras daba unas palmaditas suaves en la espalda de su hija al despedirse.
—Cuando quieras, padre —respondió ella con una sonrisa antes de girarse hacia su madre y abrazarla.
—Ven a visitarnos algún día —dijo Cassandra mientras la apretaba con fuerza antes de retroceder y sostenerla por ambos hombros—. Esa sigue siendo tu casa, aunque esa niña viva ahí ahora.
Isabella sonrió.
—Por supuesto, madre.
Isabella se despidió de sus padres y esperó hasta que su auto desapareció en la distancia antes de volverse hacia Irene, quien la observaba con una expresión de suficiencia.
—Tienes la costumbre de aparecer en los lugares más i
