—Si sabías que no podía compararme con ella, ¿por qué te acercaste a mí en primer lugar, Jamil? —dijo Irene con enojo mientras terminaba de añadir el accesorio que combinaba con su nuevo atuendo—. Fácilmente podrías haber encontrado…
¡Clang!
El sonido de algo cayendo afuera la interrumpió, y en cuestión de segundos, giró la cabeza hacia la puerta.
—¿Qué fue eso?
—¿Me lo preguntas a mí? ¿Soy yo quien está allí? —respondió Jamil con sarcasmo.
Irene lo ignoró y se puso de pie, dirigiéndose hacia la puerta.
—No me digas que permitiste que un ratón te espiara o mejor aún, tal vez una serpiente.
Serpiente, en el momento en que pronunció esa palabra, una persona en particular vino a su mente, e Irene no perdió tiempo en abrir la puerta, solo para encontrarse cara a cara con la última pers
