Isabella estaba sentada en el estacionamiento del supuesto restaurante donde debía encontrarse con Owen y su manager, pero había llegado mucho antes de la hora acordada. El principal culpable de esto, por supuesto, era Travis, él y sus malditas preguntas. Isabella le había lanzado una maldición mental un tercio del camino, y el resto lo había pasado en silencio, escuchando música y pensando en lo que él le había pedido, así como en cómo iba a explicárselo todo a Valery. Al final, no pudo encontrar una solución, lo cual era razonable, ya que no todos los días ella no se veía en la situación de explicarle a su hija que su padre había perdido la memoria. Con un suspiro, Isabella se recostó en el asiento y cerró los ojos. —Solo pensar en todo esto ya me agota —murmuró para sí misma. Pero

