Me arrastro hasta llegar a la puerta, intento levantarme con el dolor en mis piernas. Pero esta es mi última oportunidad, no puedo dejar que me atrape de nuevo. Pronto recuperará la conciencia, abro la puerta y veo la luz de la luna, las calles están vacías. Nadie me ayudará, aunque grite. Me paro sobre mis pies con dolor, e intento correr. Pero antes de que ponga un pie fuera, el jalón en mi cabello me inunda de dolor en la cabeza. Grito por ayuda, pero él me cubre la boca con su mano.
—¿A dónde crees que vas perra? —me lleva hacia dentro y deja caer en el suelo de la sala. Comienza a patearme hasta que se cansa. Me desmayo.
Cuando despierto, él yace en el sofá viendo el televisor, fumándose un cigarrillo. Me quejo al sentarme.
—¿Ya te levantaste? —pregunta. —Tengo hambre, prepárame
