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2989 Palabras
Félix —¿Has encontrado algo nuevo? —le pregunto a Hayate. Desde que Adeline se fue, no he parado de investigar quién estuvo detrás del accidente de la discoteca que se llevó a varias personas inocentes y casi mata a Adeline. No descansaré hasta encontrarlo. Tengo enemigos poderosos en los cuales sospecho, pero hasta que no encuentre un rastro de ellos, no puedo ir en contra. Nuestro clan, le declararía la guerra, pero para eso necesito pruebas. —No, señor. Aún no hay nada. Temo que ellos han limpiado todo rastro que les culpe. —golpeo la mesa con mi mano. —Malditos. Encontraré la forma de destruirlos. —Me sirvo un vaso de whiskey. —¿Qué hay de los negocios en América? —Todo marcha bien. Solo que… —¿Qué sucede ahora? —pregunto molesto. —Hay un problema con el Sr. Peterson. —Me sentí fastidiado. —¿Qué sucede con él? —me serví otro trago. —Quiere hablar con usted. —Hijo de puta. —¿Para qué? —Sabía que no eran cosas buenas. —No me dijo Sr., Solo dijo que iba hablar con usted. De otra forma, no compraría nuestra mercancía —me bebí el resto de mi vaso. —Está bien. Lo arreglaré yo mismo, —le dije que se fuera y me dejara. Ese viejo siempre me hacía las cosas difíciles. ** Cuando uno de nuestros compradores, está pidiendo mi presencia. Es algo que puede traer grandes beneficios para mí o la desgracia. Esperaba que fuera la primera, no había volado tantas horas por culpa de él, para nada. —Sr. Peterson —saludé. Me senté en la silla que se encontraba enfrente suyo. Estábamos en un restaurante desayunando. —Me han dicho, que ha solicitado mi presencia ¿a qué se debe este honor? El viejo se rio. —Sr. Carter. Usted es tan divertido. Sonreí. —Suelen decírmelo muchas veces. Entonces…—inquirí. No tenía su tiempo para estar jugando con esto. —Directo al grano —alzó las cejas con una sonrisa. —Eso me gusta. Usted es un hombre de negocios. —Así como usted también, y sabemos que nuestro tiempo es muy valioso. Otra carcajada. —¿Quiere una copa de vino? —sacudí la cabeza. —Debería tomarla. Es la más cara de la carta, —me guiñó. Asentí con la cabeza, el mesero se acercó y nos sirvió una copa de vino. —Necesitamos algo para celebrar ¿no lo crees? —¿Celebrar? ¿Qué estamos celebrando? Otra risa. Me erguí en mi asiento. —Sr. Carter. Usted es ahora, el hombre más suertudo de América. Fruncí el ceño. —¿A qué se refiere con eso? —En que estoy comprando todo su cargamento. No quiero que distribuya a mi competencia. Yo seré el líder en este negocio a partir de ahora. —Usted, está diciéndome que quiere que solo le venda a su compañía en América. —Sacudí mi cabeza. —No podemos hacer eso. Tengo grandes compradores aquí. Él se ríe. —Pagaré la cifra más alta, si eso es lo que busca. A cambio de que seas mi único proveedor de armas y drogas. Sonreí. —El dinero no es el problema. Sr. Peterson. Es el contrato que tenemos de no fallar a ninguno de nuestros compradores. Usted es un cliente VIP. Pero tampoco es el único. Asiente con la cabeza. —Entiendo. Sé sobre eso. Pero aun así, quiero darte el doble de lo que los demás te daban ¿te parece? —la oferta era tentadora. —¿Por qué quiere que solo seamos el único proveedor para usted? Tampoco somos los únicos que vendemos armas. —Es cierto. Pero en lo que respecta a calidad, ustedes son los mejores. Las personas lo que buscan es tener una buena droga y una buena arma. Se vende bien su producto aquí. Mis compradores distinguen de una marca y otra ¿me entiendes? —sonreí. Claro que sí, éramos lideres en lo que respecta a lo que proveemos. —Es por eso que quiero ser el único en el mercado, para que pueda alcanzar las máximas ventas y poder. Me deshago de la competencia fácilmente. Entendía su punto. Quería ser el león de una manada de tigres. —Necesitaría hablarlo con el jefe. Y le daría mi respuesta mañana ¿Qué le parece? —Me parece bien. Espero buenas noticias. —Chocamos nuestras copas. Yo igual esperaba buenas noticias. El jefe era un poco más de lealtades. Deshacerse de sus compradores VIP de américa no sería fácil. Pero el dinero que recibiría, tal vez lo haría cambiar de opinión. El dinero movía al mundo. Hacía años que no venía a Nueva York. Cuando salí de la cárcel, fui directo a Tokio, necesitaba un trabajo e Hiroshi había sido el único en ofrecérmelo. Lo tomé para sobrevivir. —Estaciónate aquí. —Le digo a mi chofer. Necesito comprar unas donas, solo Nueva york puede darme esas donas que tanto anhelo. Compro un poco y me voy a mi hotel. Pediré la comida allí. No tengo con quién comer de todas formas. No tengo amigos aquí, ni conocidos. El resto de la tarde, mi cabeza se llena con el nombre de ella. Ha pasado algo de tiempo desde que supe de Adeline. ¿Dónde estará ahora? Sabía que ella vivía aquí. Pero no me atrevía en llamarle. Ella estaba mejor sin mí. Casi muere por mi culpa, la última vez. Me calcé unas zapatillas deportivas y mejor fui a despejar mi mente. Corrí un buen rato, hasta que mis piernas pidieron parar. Estaba sediento, así que entré a comprar una botella con agua en una tienda cerca. Cuando salí, la vi. Estaba al otro lado de la calle. Iba caminando, mientras estaba en una llamada. Estaba riéndose. Sonreí al mirarla. Esa risa, hacía tiempo que no la escuchaba. La vi perderse entre la multitud después. Pero no pasé desapercibido algo extraño. Lo cual me causó confusión. Tenía que hacer una llamada. ** —Sr. Peterson. Está usted de buena suerte. —Estreché mi mano con la suya. —Será usted el único VIP a quien proveeremos. Este es el contrato que le ofrecemos. —nos sentamos en la mesa y él comenzó a revisar el contrato que le ofrecíamos. Cuando terminó, asintió con la cabeza y rio. —Es un placer hacer negocios con usted. Sr. Carter. —sonreí. —A mi igual. —Hoy estaba de buen humor. Haber cerrado un contrato de esa magnitud, le trajo una buena alegría a mi jefe. Me dijo que podía quedarme unos días más, antes de regresar a Tokio. Le tomé la palabra. Necesitaba unas pequeñas vacaciones de mi trabajo. Fui a comerme una gran hamburguesa. De esas donde el queso se sale del pan. Y con una soda, hasta saciarme. Esa era una gran cena. —Me dijeron que te fuiste de vacaciones sin mí. —Hiroshi me reclamó por llamada. Me reí. Estaba comiendo en un restaurante cerca. —Estoy herido. —¿Eso crees? Creí que no tenías sentimientos. —Lo escuché reírse al otro lado de la línea. —Si, los tengo. Y te pertenecen, ¿qué harás con ellos? —me reí. —No estoy seguro. —respondí. —Debes cuidarlos. No puedes lastimarme. Y no intentes cambiarme por alguien más, mientras estás en Nueva york. —dijo seductoramente. —No lo haré, cariño. —Su risa me hizo sonreír. Hiroshi, era como un hermano para mí. Era tan divertido y protector conmigo. Me cuidó cuando yo no tenía nada y a nadie. Le debo mucho a su familia. Por eso he trabajado duro para no causar problemas. Colgué. Corté mi bistec y comí. Sabía delicioso. Cerré los ojos para saborearlo, cuando los abrí, alguien conocido estaba enfrente mío. Me detuve de masticar y tragué. —¿Félix? —oh mierda. —¿Qué haces aquí? —Comiendo. Tenía hambre. —Ella se forzó en no poner los ojos en blanco. Ladee mis labios en una sonrisa. —Me refiero a Nueva york. —No pasé desapercibido que iba con un hombre. Este me examinaba de pies a cabeza. Me levanté de mi silla. No quería que pensara que era un grosero. —Estoy por unos días por negocios, me da gusto verte. —Sus ojos se iluminaron y sonrió. —Que bien. —el hombre a su lado tosió. —Cariño, ¿no vas a presentármelo? —no pasé desapercibido el hecho de que le dijo “cariño”, mi cuerpo se tensó. —Oh sí. Él es Roy, mi amigo y este es Félix. —estreché la mano con él y la apreté un poco más de lo normal. —¡Ay! ¡Eres duro! —se quejó con una voz más suave y delicada. Sonreí. Enserio, si era su amigo. Eso me hizo relajar. —Disculpa, lo siento. —Roy me lanzó una mirada de reproche. —¿Quieren comer conmigo? —Roy fue directo a la silla. Y a Adeline no le quedó más remedio que hacerlo también. —No aguantas un apretón de manos, Roy. —Espetó Adeline a su amigo. Este hizo un puchero. —Eres tan frágil. —¡Lo soy! ¿Y qué? —sellé mis labios para no reírme. Ella alzó la mano cerrada, como si fuera a darle un golpe. —¡Hey! No lo golpees. —Defendí. Roy, parecía alguien que se desbarataba con un golpe. Como un juego lego. Adeline detuvo su puño en el aire y Roy me miraba con un brillo en sus ojos. Fruncí el ceño. —Puede que lo lastimes. —Es cierto ¿por qué me maltratas siempre? —Roy hizo un puchero de nuevo. —Eres muy mala conmigo. —Adeline puso los ojos en blanco. —Roy, no empieces. —Amenazó ella. Sonreí. —Parece que son amigos desde hace tiempo. —Ella me dio una mirada significativa. —Si, somos amigos muy íntimos. Ella es mi alma gemela. —Sentí una punzada en el pecho. —¿Verdad, cariño? —ella le miró con amor en los ojos, sonriendo. Asintió con la cabeza. —Es por eso, que no podemos estar separados por mucho tiempo. Ahora que estuvo en Tokio, viví un infierno. —Espero que tu novio escuche eso, —dijo Adeline. Él le enseñó su lengua. —Bruja, estoy diciéndote algo lindo y tú dices eso. —Ella se ríe. Espero que la otra vez que la vi en la calle en una llamada riendo. Haya sido con él. —Ustedes son lindos de ver. —No sé por qué dije eso, pero me pareció tan honesto. Ellos eran muy buenos amigos. —¿Verdad que sí? —preguntó Roy. Me reí. Llamé al mesero. —Pidan lo que gusten. Invito yo. —Roy me lanzó unas miradas conquistadoras, no pude evitar reírme. Este Roy, era muy divertido. Adeline, a su lado le dio un codazo. Pidieron su platillo. —Deja de coquetearle, él no es de ese tipo. —Roy le lanzó una mirada asesina. —¿Y tú como sabes? ¿Ya has estado con él? —ella se sonrojó. Y no pude evitar sonreír. —Maldita perra, suertuda. —Murmuró Roy. Tuve que intervenir. —Conocí a Adeline en Tokio. —Ella me miró y me acomodé en mi asiento. —Siempre estaba rodeado de chicas. Por eso lo dice. —Ella levantó su mirada sorprendida. No pensaba decirle a él sobre nuestro pasado, no sé si ella se lo había contado. Pero no iba a entrar en detalles sobre mi pasado con él. —¿Y es cierto eso? —él miró a su amiga. —Si. Él siempre estaba rodeado de chicas bonitas. —Escupió. Pero había algo en sus palabras como si fueran desdeñosas. —Por cierto, me parece que ustedes ya se conocían desde antes de estar en Tokio. ¿No es así? Ella parecía estar nerviosa. Así que la ayudé. No iba a dar más detalles. —Estudiamos juntos la universidad, y fue una sorpresa encontrármela en Tokio. —Y sí que lo fue. De todos los lugares, tuvo que ser allí. Creí que no iba a verla nunca más. Nuestra relación no fue muy bien. Y terminó muy mal. —¿Enserio? Eso es el destino, que genial. —Si tú lo dices —murmuré para mí mismo. Disfruté mi comida con ellos. Eran muy divertidos. Eso hizo memorable mi tarde allí. —Por cierto. Esta noche iremos a un club que acaban de abrir hace unos días ¿quieres venir con nosotros? —eso me sorprendió. Roy estaba emocionado y dijo que no aceptaba un no por respuesta. ¿por qué no? —Eso me gustaría. —Miré a Adeline, sin poder descifrar su mirada. Me sonrió. ** No creí que fuera mi club al que me estaban invitando. Estábamos en la parte de un balcón al aire libre. Lo había visto en fotos, pero no en persona. Esto era mejor que en fotos. Después del desastre en Tokio, fui consciente de lo que a Adeline le podría costar volver a entrar a uno de estos lugares. Por eso lo diseñé, de esta forma. Para que se sintiera a salvo. Para ella y otras personas que sintieran lo mismo. Pero jamás imaginé, que, en realidad, ella estuviera aquí. —¿Te gusta? Está genial ¿no crees? Quién lo diseñó, pensó en personas como Adeline. —me tensé. Roy me dio una mirada de tristeza. —Ella ha pasado por mucho. —Adeline estaba pidiendo nuestras bebidas. —Casi muere en Tokio en un club como este. Es difícil, traerla a estos lugares. Le recuerda la muerte de su amigo allí. —Charlie. Lo recuerdo. Ella estaba destrozada. —Lo entiendo. Estuve ahí. —los ojos de Roy se agrandan. —Cuidé de ella. No te preocupes. Estará bien. —me dio una sonrisa genuina. —Gracias. Por estar ahí para ella. —Me da un abrazo, y se siente tan gentil que lo acepto. —¿Qué sucede aquí? —escuché la voz de Adeline. —Me distraigo un minuto y ustedes ya están a manos sueltas. —bromea. Me rio. Roy me suelta. —Pues resulta que si soy su tipo. —dice Roy. Le miro con una sonrisa. Me guiña el ojo. —Yo sabía que lo era, —me echo a reír, y Adeline me sigue. —Ustedes, no sabía que se llevaban tan bien. —Yo tampoco —murmuré. Pero se sintió bien reír. Hacía tiempo que no lo hacía. —He pedido sus bebidas. Pronto estarán aquí. —anuncia ella. —Por cierto. ¿Por qué no ha venido tu novio? —le preguntó a Roy. —Tenía que ir a una cena familiar. —El rostro de este parecía triste. —¿Aún no les dice a sus padres? —Roy sacudió la cabeza. —¿Por qué? Ya llevan algo de tiempo juntos. Se encogió de hombros. Me imaginé algo de la situación. —Dice que está esperando el momento adecuado. —Apenas conocía a Roy, pero parecía un buen tipo. Le traía muchas risas a Adeline, y parecía ser alguien en quien confiar para cuidar de ella. Cuando el mesero llegó con nuestras bebidas. Le dije que regresara todo. —¿Por qué? —Adeline estaba sorprendida por el cambio repentino. Pero yo les tenía preparado algo más. —Porque esta noche, serán botellas. —le guiñé a Roy. —Tráeme la mejor botella de la carta. —pedí al mesero. —Será una noche inolvidable para ti, Roy. —Este me sonrió. Y así, la noche se convirtió en una oscuridad estrellada. ** Abrí los ojos con pesadez. Sentí la boca reseca, y con sed. Mi cuerpo se sentía golpeado, miré el techo que ahora me parecía un poco más alto de lo normal, miré a mi alrededor. Esta no era mi habitación de hotel. Me senté con dificultad. Todo me daba vueltas. ¿Qué sucedía? Adeline. Ella a mi lado durmiendo. En la cama yacía Roy, roncando. ¿Qué había pasado anoche? —Yo no hice eso. —respondo cuando Adeline me cuenta lo que hice anoche. —Si, lo hiciste. ¿No te acuerdas? —sacudí mi cabeza. —No recuerdo nada. —Ella me mira con pena. —¿Qué fue lo peor? —Amenazaste al mesero por mirarme mucho tiempo. Dijiste que ibas a traer a los yakusas, para golpear su trasero. —Dejo caer mi cabeza en la mesa. Una de mis reglas, es no llamar la atención a cerca de quién soy, y a donde pertenezco. —Estoy acabado. —Me quejé. ¿Cómo podía haber echo eso? Soy tan patético ahora. Necesitaba mantener mi imagen. Lo positivo aquí era, que ellos no sabían que era el jefe. Adeline se ríe. —No te preocupes. Me ha pasado también. —Levanté la cabeza de la mesa. —¿Enserio? —Fruncí el ceño. —Si. Pero en diferentes circunstancias. Eso no me hizo sentir mejor. Adeline me contó que quería seguir bebiendo, y tuvieron que sacarme del lugar a rastras, y como no sabían dónde me hospedaba, consiguieron una habitación de hotel para los tres. Después de unos tragos más, todos quedamos noqueados. —¿Qué tal la resaca? —Me pregunta Roy. Me ajusto las gafas de sol. —Es una mierda. —Toma esto, te hará sentir mejor. —miré el batido verte y espeso que me ofrecía, tenía un olor peculiar. —Eso huele asqueroso. —él sonrió. —No todo lo que huele bien, sabe bien. ¿O sí? —tomé el batido con asco, pero lo terminé. Al cabo de unas horas me sentía mejor. Roy sabía lo que tomaba.
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