De a poco va cayendo la noche. Por momentos caminaba junto a Santiago a paso lento, pero mi pie se fue aliviando durante el transcurso de la tarde, así que bajé de su cuerpo. Claramente está cansado de llevarme todo el día, de caminar, de pensar en qué vamos a hacer ahora… y yo estoy igual. Tengo miedo de lo que nos espera. Encontramos un lugar con un buen terreno para dormir. Estamos rodeados de árboles, lo que nos oculta de cualquier cosa que puede llegar a pasar. Santiago chasquea la lengua y lo miro interrogante. —Salimos tan rápido del precipicio, que ni nos acordamos de traer el colchón. Vamos a tener que dormir en la tierra —comenta de mala gana. Cierto, el colchón. —Bueno, de todos modos podríamos apoyar nuestras camperas sobre la tierra y las mochilas las usamos de almohada