Se truena los dedos de las manos con nerviosismo y se rasca la nuca. Nunca un hombre dio tantas vueltas, me dan ganas de sacudirlo y apurarlo. —Bien, Micaela, creo que no tengo que aclarar que esto debe quedar solo entre nosotros. —¿Pensás que voy a salir a decirle a todo el mundo que estuve en la carpa con el jefe? —interrogo entre irónica y cansada de esperar. Resopla y se cruza de brazos. Mis ojos van a parar a aquellos músculos bien formados y me obligo a levantar la vista. —Confío en vos —replica. Lo miro con cara de pocos amigos—. Ya sé, estoy dándole muchas vueltas al asunto. Te voy a decir una cosa y el motivo por el que soy tan sobreprotector. —Espera a que responda, pero como no digo nada, sigue hablando—. Le prometí a tu hermano que te iba a cuidar, porque él tiene miedo