Santiago intenta calmar mi estado de ansiedad mientras intenta buscar señal para llamar a alguien. ¿Tanta mala suerte podíamos tener? Bueno, o quizás sea buena suerte, ya que estar a solas con él tampoco es que me parece tan malo… Al menos mis últimos días de vida voy a estar feliz. —Tranquila, ya vamos a ver qué hacemos —manifiesta poniendo las manos en su cintura. Se nota que él también está nervioso, pero lo disimula mucho mejor—. Creo que tenemos que caminar para ver si en algún momento nos encontramos con ellos. Esto tiene que tener una bajada por algún lado. —No, no. Yo creo que tenemos que quedarnos acá hasta que nos vengan a rescatar —opino. —¿Acá? —pregunta con incredulidad. Mira a su alrededor y bufa—. Definitivamente, no. No hay nada que nos proteja, estamos a la intemperi