El sol me da justo en la cara y me levanto con los ojos entrecerrados. Me duele el cuello, la cabeza y la espalda. Definitivamente, no pienso volver a dormir en el suelo. Busco a Santiago con la mirada y, si bien no está a la vista, el humo lo delata. Suspiro y lo dejo fumar tranquilo. Recuerdo lo que pasó en la madrugada y me sonrojo. Fui demasiado tonta, no pensé en cuidarme, simplemente tenía muchísimas ganas de él. También debo admitir que esa promesa que hizo me encantó, pero no sé hasta qué grado sea cierto. Estoy segura de que se va a arrepentir de todo en cuanto lleguemos. De todos modos, ahora tengo un tema mucho más urgente: me estoy haciendo pis. ¿Dónde hago? Dios, qué vergüenza, qué horror. Voy a tener que esconderme detrás de un arbusto, pero qué incomodidad. Jamás hi