Se ríe entre dientes y se acerca más a mis labios. Rozamos nuestras narices y sonríe con expresión traviesa. —¿Me estás poniendo a prueba? —me pregunta—. Porque yo puedo hacerte sufrir aún más —agrega con el mismo tono juguetón que su rostro demuestra. —Ja, no te creo —replico rodando los ojos. —¿No me crees? —Suelta una carcajada—. Te aseguro que puedo hacer que te mojes de verdad, de una manera que no solo va a hacerte desear que te haga el amor, sino que vas a desear que te lo haga muchas veces. Trago saliva. Sus ojos se volvieron más oscuros, la expresión de su rostro ya no está más pícara, sino sería y dura, que demuestra una sexualidad impactante, como si ya estuviera pensando en mil maneras de hacerme suya. Su mirada recorre mi rostro y esboza una pequeña sonrisa, muy sutil,