Facundo
La tierra vibra bajo mis pies y me detengo enseguida.
—¿Sintieron eso? —pregunto sorprendido. Todos me miran sin saber qué estoy diciendo y solo pienso en que deben ser imaginaciones mías, producto de mis ganas de que la leyenda sea real.
Sigo caminando. Ya todos están cansados, protestan y se la pasan hablando. Ya no los aguanto más, pero de vez en cuando les voy mostrando las cosas importantes de la naturaleza. La única que me presta atención es Ana, quien me escucha con expresión de admiración y me mira de la misma manera. La verdad es que me siento halagado y no puedo evitar sentir que me gusta un poco. Después de todo, es con quien más paso el tiempo.
—Yo también lo sentí —dice ella preocupada en un murmullo—. ¡Dios mío! ¿Ellos estarán bien?
—Tranquila, seguro que sí
