Disfruto de la vista mientras estoy apoyada sobre el pecho de Santiago. Mi mano sube y baja por su vientre plano y bien trabajado, mientras él está acariciando mi espalda y con la otra sostiene un cigarrillo apagado, el cual gira entre sus dedos. —¿Me vas a pedir permiso para fumar? —interrogo levantando mi vista para ver su rostro. Se ríe con expresión culpable. —La verdad, sí. ¿Puedo? —Le hago un gesto para que lo encienda y suspira mientras se levanta a agarrar el encendedor. Luego se sienta en el borde de la cama a fumar y yo acaricio su espalda, ancha y fuerte. Me mira por encima del hombro y sonríe, pero no dice nada. Aunque no me guste, yo lo quiero con su adicción al tabaco y todo, no lo cambiaría por nada. Y si su manía es fumar después del sexo, tendré que aguantarlo. Suspiro