Tú si sabes quererme©
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Enrique
Sucederá de nuevo, Izel y yo nos escaparemos y está vez va a funcionar, tiene que funcionar. Ahora, he tomado todas las prevenciones posibles para que se logre siendo la más importante de todas que nadie sabe de su existencia, ni de su paradero, todos piensan que ella ha desaparecido de mi vida, por lo que no hay alertas al respecto.
Todo este tiempo he estado dejando en orden asuntos, incluso, tengo en mis manos la carta que planeo dejarle a Carolina en su habitación porque solo ella parece saber lo que está sucediendo. No quiero ser cruel con ella pero, Izel tiene razón, nuestro matrimonio está arreglado y yo no pedí ser su marido, solo estoy con ella porque me han obligado.
Espero Carolina, que algún día me perdones y que entiendas, que cuando el amor es así de fuerte como el que siento por ella, vale la pena dejarlo todo, absolutamente todo. Te deseo de corazón una pronta recuperación y que la vida te dé ese gran amor que esperas.
Suerte,
Enrique de León.
Termino de escribir para luego firmar la carta con mi iniciales y cerrarla. Está hecho, no hay vuelta atrás. Dentro de unos días volaré a Madrid con el pretexto de una junta con Salvador, que en realidad será una comida que le acepté para hablar de su boda con Thalia y luego, al siguiente día, iré al aeropuerto y esperaré a Izel con una pequeña maleta en la mano y me iré con ella, lejos, lejos de aquí.
⎯¿Señor Enrique? ⎯ escucho la voz de mi asistente, quién entra por la puerta con una taza de café en su mano ⎯ vino su padre a verle.
⎯Bien, dile que pase a la sala de juntas ⎯ respondo, para luego guardar la carta en el cajón de mi escritorio.
Tomo la taza que mi asistente me ha dejado y ella me sonríe ⎯¿algo más?
⎯Confirma con Salvador la comida a la que asistiré en unos días, quiero estar seguro de que la reservación está hecha. ⎯ Ordeno, con amabilidad.
⎯Sí, señor.
Tomo otro sorbo de café y volteo mi silla para ver hacia el ventanal que da al jardín de la empresa. Amo las áreas verdes de este lugar, aunque apenas vayan reviviendo debido a que el invierno apenas va de salida. Me quedo recargado sobre la silla, disfrutando del olor, del vapor y tratando de recolectar toda la paciencia posible para poder ir a hablar con mi padre.
Nuestra relación siempre ha sido una mierda, sin embargo, ahora está completamente perdida y una vez a la semana tengo que lidiar con él en la sala de juntas ya que, a pesar de un enfermedad, sigue insistiendo en venir a ver las cuentas y los reportes mensuales.
Me pongo de pie, tomo la agenda con la mano que tengo libre y salgo hacia el corredor para ir a la sala de juntas. ⎯¿Crees que puedas traer las carpetas? ⎯ le pido a mi asistente, que justo acaba de terminar la llamada.
⎯Sí señor, y el señor Salva….
⎯Luego me dices cuando estés adentro ⎯ le pido, y es que es de suma importancia que mi padre escuche de esa reunión.
Así, entro hacia la sala de juntas y al ver el cuerpo débil y blanco de mi padre no siento nada, absolutamente nada. Juro que cuando veo a Carolina así, el corazón se me hace pequeñita pero, cuando lo veo a él así, no me despierta ni siquiera la mínima lástima; odio lo que mi padre me hace sentir sobre mí mismo.
⎯¿Dónde estabas? ⎯ me pregunta.
Un “Hola hijo”, no estaría mal, pienso. Supongo que muy dentro de mí aún guardo la esperanza de que me lo diga.
⎯En la oficina, terminando una llamada ⎯ miento.
Me siento frente a él, abro la agenda y espero que el internista prepare todo para la presentación. Mi asistente entre de inmediato y me pone las carpetas sobre la mesa en frente de mí.
⎯Gracias.
⎯Dice el señor Salvador que está confirmada la reunión ⎯ me informa, y yo sonrío.
⎯Gracias.
⎯¿Vas a Madrid de nuevo? ⎯ inquiere mi padre, y volteo a verlo a los ojos y con una sonrisa asiento. ⎯¿A qué?
⎯Negocios.
⎯¿De qué?
⎯Negocios que te harán más rico ⎯ respondo sin más, porque no estoy dispuesto a darle detalles.
Mi padre resopla. Odia que no le dé la información que pide y no estar actualizado de todo. Aún así, cuando se muera, ya no podrá saber que pasa en este mundo y juro que solo sus empleados lo recordarán, y tal vez mi hermana.
⎯No me hagas perder dinero.
⎯He estado en esta empresa por unos meses apenas y te he traído más dinero que nada ⎯ respondo interrumpiéndolo. ⎯ Deja de cuestionarme cada paso que voy, dónde vengo y dónde voy. Si no te gusta como están las cosas, entonces ven tú a hacerlas y déjame de j***r.
El internista se queda en silencio mientras sus ojos se abre del susto que le dio el que levantara la voz. Tomo mi pluma y apunto la de cita con salvador en la agenda, quiero que quede prueba de todo lo que planeo hacer.
Mi padre suspira, luego cierra los ojos un momento y sé que está en dolor. Justo ayer le dieron una quimio terapia y no debería estar aquí. Sin embargo, mi padre piensa que viniendo a la oficina podrá llevarse un poco del dinero que ha hecho pero, eso es imposible, no se llevará ni un centavo.
⎯Enrique, quiero que me representes en la junta directiva la próxima semana ⎯ me comenta, y al escuchar eso siento como una sensación fría recorre mi cuerpo.
⎯¿Cómo?
⎯Sí, cada día estoy peor y mientras el cáncer no ceda, no estoy en mis cabales para tomar decisiones, así que en la junta les comentaré a todos que serás mi representante…
⎯¿Estás seguro de eso?
⎯Muy seguro⎯ me comenta. Aunque tengo sé que mi padre no tiene otra opción. No hay nadie más de su “confianza” que pueda llevar su amado legado.
⎯Eso significa que me darás más de lo que querías⎯ le rectifico, ya que recuerdo que ese era uno de sus peores miedo, que yo tuviera el control en mis manos y lo llevase a la ruina.
Él suspira y vuelve a cerrar los ojos tratando de lidiar con la molestia⎯ de todas formas cuando yo me vaya de aquí, tú te quedarás con eso, ¿por qué no antes? Además, creo que ya estás de nuevo en tus cabales, ya no piensas tonterías como tratar de quitarte la vida o esa escapada con esa mujer. Ahora eres un hombre casado, con una rutina y manejarás los negocios de los De Sanz⎯ me comunica.
Al escuchar esa noticia, siento como todo mi cuerpo cambia de temperatura, hasta un punto que la calefacción de la sala de juntas no es suficiente para calentarlo ⎯¿Cómo dices?
⎯Lo que escuchas⎯ informa y luego ve hacia la puerta donde mi asistente está de pie esperando por órdenes⎯ has pasar a los De Sanz⎯ le pide.
En ese instante, Mauricio, Silvia y Carolina de Sanz, entran a la sala de juntas y yo me pongo de pie de inmediato, no sé si porque quiero huir en este instante o por mera educación. No, esto no puede estar pasando, pienso desesperado.
⎯¡Amor!⎯ me habla Carolina, con esa voz tan dulce y tenue que siempre tiene.
Ella se va hacia mis brazos y yo la tomo entre ellos siento su frío beso sobre la mejilla ⎯Caro, ¿te sientes mejor?⎯ inquiero, ya que ayer se sentía mal por el tratamiento.
⎯Mucho, muchas gracias amor.
Saludo a Mauricio de un apretón de manos y luego a mi suegra con dos besos sobre la mejilla. La verdad, es que los De Sanz me han tratado muy bien en su casa y no tengo nada en contra de ellos pero, llevar su empresa no es lo que esperaba.
Todos se sientan en la mesa y Carolina se sienta a un lado mío y discretamente toma mi mano por debajo de la mesa y me sonríe. Esta es nuestra máxima intimidad, ya que ni ella y yo hemos estado juntos como marido y mujer, así que le doy ese pequeño beneficio.
⎯Pero quita ese rostro, hombre. Parece que acabas de ver un fantasma o te dieron malas noticias⎯ me dice mi suegro.
¡Claro que me dieron malas noticias!, estoy a punto de largarme y me dan una responsabilidad que no pedí y que puede j***r a todos, en especial a ustedes.
⎯Solo, estoy muy sorprendido⎯ miento.
⎯Pues, no deberías estarlo⎯ me dice Mauricio⎯ le dije a tu padre que es mi deseo que tu seas quién lleve el control de todo, además, Carolina me dijo que sería un buen regalo de bodas ya que no quisiste la casa, aunque sigue en pie⎯ comenta.
Mi asistente pone un documento frente a mí y luego me da una pluma ⎯¿Ya?⎯ pregunto, y es que al firmar esto sería un tipo de condena.
⎯Sí, yo los firmé hoy por la mañana⎯ me comenta Caro,⎯ es tu turno.
Me quedo con la pluma en la mano viendo el papel. Si yo firmo esto y luego me voy con Izel sin decirle a nadie podrían pensar que estoy haciendo algún tipo de fraude, ya que estoy literal, obteniendo todos los bienes e ingresos de la empresa de los De Sanz.
Volteo a ver a Carolina, quién sonriente me invita a que firme. No sé si sospechar de ella aunque no crea que tenga algún trato con mi madre al respecto.⎯¿Estás segura?⎯ le pregunto, en un murmullo.
⎯Sí, eres mi esposo y, te estoy dando el lugar que te corresponde. Además, mi padre confía en ti⎯ me dice.
Volteo a ver a los de Sanz y Mauricio asiente⎯ eres el hijo que nunca tuve.
⎯Y ya sabes lo que pienso⎯ agrega Silvia.
⎯¡Por el amor de Dios Enrique!, ¡firma!, ¿qué estás esperando?, ¿quieres más alabanzas? ⎯ me regaña.
Me quedo en silencio, con la pluma en la mano y bajo las miradas de todos comienzo a leer lo que estoy a punto de firmar. Para cualquier hombre sería una increíble oportunidad pero, para mí, no.
Lo haré, tal vez al ver la situación, los De Sanz me exijan el divorcio de Carolina y quede libre. EN la ruina pero libre.
Así, pongo mi firma y los aplausos de parte de mis suegros y esposa no se hacen esperar. Mi padre me ve y esboza esa sonrisa de “ganador”, esa que solo hace cuando cierra un trato muy importante.
Mientras los de Sanz hablan entre ellos, veo a mi padre y le digo bajito ⎯No sé porque tengo el presentimiento de que esta fue tu movida.
Él pasa saliva ⎯ sé un hombre y deja de fantasear, así son los negocios, se arriesga y se gana o se pierde. Tú ganaste hoy⎯ sentencia, para después volver sus ojos a la carpeta.