Capítulo 51
Una sombra oscura se movió frente a la ventana de mi dormitorio.
—Vete —me quejé—. ¿No puede una chica tener una buena noche de sueño?
Me senté y miré a través de la pared desaparecida, donde el hombre estaba sentado sobre su semental pintado.
—Pippa está en la cama. Será mejor que tengas una buena razón para estar aquí, o juro por Dios que te arrojaré algo a la cabeza.
El oscuro jinete asumió una expresión de desconcierto, y sólo por un momento vi el eco de su hijo. Su enorme semental mordía su embocadura y golpeaba el suelo, ansioso por moverse.
—La próxima vez que entres así —murmuré—, ¿podrías al menos traer a Harvey para montarlo?
El hombre tiró de sus riendas y el caballo se volvió. Corrí tras él. No me sorprendió cuando me llevó de vuelta al pozo aborigen secreto.
