Capítulo 39
La niña del pony blanco me condujo a una pequeña cabaña abandonada que lucía desolada, mirando hacia el río con ventanas vacías. Sus pequeños y pálidos rasgos parecían melancólicos cuando desmontó su yegua blanca y entró. Bajé de Harvey y la seguí hacia la puerta sin pintar. Señaló hacia arriba, hacia el techo y luego hacia las tablas del suelo, que se doblaron bajo mis pies debido a daños causados por el agua.
—Le pediré a Adam que lo arregle —le dije—, pero no sé si me creerá.
La niña volvió a su pony blanco y regresó galopando hacia el río, los cascos del caballo blanco apenas tocando el suelo. Harvey y yo corrimos para seguirle el ritmo al fantasma evasivo. Tiré de las riendas cuando me di cuenta de que me había llevado a donde Adam estaba, el lugar en el que habíamos he
