Capítulo 40
Adam sonrió mientras cabalgaba a Harvey por la orilla del río, y cuando desmonté, me rodeó la cintura con las manos y me ayudó a bajar. Envié a mi leal corcel a pastar y me volví hacia él. Por un acuerdo tácito nos sentamos, uno al lado del otro, observando el parpadeo de la luz de la luna mientras jugaba a través del agua. Esa sensación estar unidos que había sentido la noche que bailamos hormigueó a través de mí mientras Adam enredaba sus dedos en los míos. Cuando el amanecer de los sueños empezó a iluminar el cielo, Adam me apretó la mano y se puso de pie. Casi podía sentir su despertador encenderse en su habitación. Era hora de que Adam fuera a trabajar.
—Te veré luego —dije—, en el mundo real.
Adam vaciló, y luego me besó. Su cuerpo presionado contra el mío, tan real, t
