—Perdón por haberte traído a pasar un mal rato —me dice Peter, avergonzado, por lo que yo niego. —No es tu culpa lo que pasó con tu tío. —Eso que no sabes la peor parte… —me dice y tuerce la boca, por lo que lo observo con el ceño fruncido. —¿Qué pasó? —pregunto curiosa, pero él niega, dándole una mirada a los reporteros que están por ahí cerca, así que me toma de la mano y empezamos a caminar hacia el auto. Peter me abre la puerta, como todo un caballero y una vez sube al auto, lo pone en marcha, sin saber hacia dónde nos dirigimos. —¿Quieres ir por un helado? —me pregunta y yo sonrío como demente, mientras asiento repetitivamente. —Bueno, cuéntame ahora sí lo que pasó en la reunión —le pido y ahí empieza a contarme lo que sucedió en el baño, mientras inocentemente lo esperaba