—¿Puedes ser mi inspiración mientras tengo un orgasmo? —pregunto y sus ojos se oscurecen. Se ve increíblemente caliente con su torso expuesto y su mirada abrasadora—. Desde el miércoles pasado, que tuve que irme, no me siento tan satisfecha. Tu…lengua, es algo que no se olvida fácilmente.
Lanzo la china y el cae. Su ceño se frunce una fracción de segundo, pero logro verlo. Y yo me trago mi risa, porque el golpe a su hombría siempre será mi carta de cambio.
Asiente. No mueve más ningún músculo, además del de su mandíbula, que está en exceso apretada. No sonríe. No alza una ceja. Nada.
Y como mi interés no es provocar nada de eso, sino demostrar un punto, le sonrío con malicia; y con los ojos bien conectados a los suyos, inclino mi cabeza hacia atrás, hasta acomodarla sobre el respaldo
