El silencio llena la habitación después del frenesí de jadeos y gemidos mezclados. No es un silencio incómodo como tal, pero no puedo decir que estoy en mi elemento. Mucho menos, porque jamás había hecho algo así de atrevido y, ahora, sentirlo aún dentro de mí, es recordar lo que acabamos de hacer, una y otra vez. Delicioso. Pero temerario. Sobre todo, porque en su rostro, debajo de la satisfacción por lo que acabamos de hacer, está su oscuridad, su rabia por mi desobediencia. Y estoy segura que me hará pagar. Sin embargo, era algo que sabía antes de lanzarme al vacío, así que no puedo hacer más que prepararme mentalmente para los castigos que recibiré el viernes. No tengo dudas de que buscará la forma de que me arrepienta, al menos, durante el tiempo que pase en su club. Pero ahora,