«¿Cómo fui capaz de hacer eso?», me pregunto, con una sonrisa dibujada en mis labios, mientras voy en el taxi camino a mi apartamento. No puedo cerrar los ojos, porque al instante los recuerdos me ahogan y me hacen reír. Y bueno, no quiero parecer loca delante del taxista, suficiente con mi recién adquirida camisa, ancha como un escaparate y posible ícono de la moda en Las Vegas. Cuando llego a mi apartamento, los pocos vecinos con los que me cruzo me miran raro. Lo dicho, ya comienzo a pasar por loca. Y lo peor de todo es que sospecho que esta es de las primeras situaciones que se me van a presentar. Demian juega a ganar, yo también; y en el medio de esa guerra siempre habrá alguna baja; hasta ahora ya llevo la cuenta de unas bragas y una blusa carísima. «Pero que no se diga que eso