Tenía muchas preguntas que hacer, no entendía bien lo que estaba sucediendo. Sin embargo, de la nada mi vista comenzó a nublarse y mi cabeza ardía. Sabía lo que seguía, en cualquier momento perdería el equilibrio y desmayaría otra vez. ¿No podías elegir otro momento para ponerte mal, cuerpecito del señor? — S-steven, ¿te sientes bien? — Los ojos del moreno me escaneaban con preocupación. Negué levemente. — Agua, — balbuceé— tengo sed. Becher me sentó en el sofá, al siguiente segundo ya tenía mi vaso con agua; mientras yo bebía del líquido él me inspeccionaba sigilosamente. — ¿Te sientes mejor? — Inquirió vagamente sabiendo la respuesta. — Erick... Erick no está bien, ¿verdad? — Mi cuerpo se sentía cansado, mis fuerzas se desvanecían; aun así, mi voluntad seguía intacta. — No