Esteban Corro por el pasillo, que ahora parece un laberinto oscuro. Escucho a Rocío gritar mi nombre, pero ni siquiera me giro. Si esto es algo provocado por ella, juro que no soy capaz de responder de mí. Llego al salón nuevamente, todo está lleno de humo, y el hecho de que casi no haya iluminación me dificulta todo mucho más. Tapo mi nariz, tratando de no inhalar ningún tóxico, y me guío hasta la mesa donde me encontraba hace un par de minutos. Están todos menos ella. ¿Dónde está? Me desespero buscándola, pero Leandro me sigue pisándome los talones. —¡Esteban! —grita a mis espaldas. Le hago caso omiso—. ¡Esteban, Nina está bien! —¿Dónde está? —cuestiono enfrentándolo. —La explosión solo fue parte del show —agrega. —¿¡Dónde está Nina!? ¿¡Qué show!? —repito más fuerte. Rueda lo