La gente va llegando de a poco. Todavía no conozco al cumpleañero y creo que a él no le interesa conocer a la gente que viene a verlo. Por mí, mejor. Me acerco a la mesa de comidas y frunzo el ceño al ver cosas extrañas, reconozco a los camarones, pero lo demás parecen bichos y cucarachas. Agarro lo más normal que veo, unas canastitas de verdura, y como un poco mientras miro a mi amiga, de lejos, que sigue coqueteando con el chófer. Sonrío y niego con la cabeza de manera incrédula. Un morocho, de rulos, buen porte y ojos negros se dirige a mí. Viene con la mano extendida, así que me muevo porque quizás también quiere agarrar comida, o quizás su mano es una prótesis que no puede mover, pero se me queda mirando raro cuando me alejo. —¡Hola! Soy Miguel —expresa divertido. Abro la boca