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1824 Palabras

Siento que el destino me hace la vida más fácil cuando a Leandro le toca el asiento a mi lado. Se sienta con una sonrisa en el rostro y me mira con profundidad. —Desapareciste recién —comenta poniéndose la servilleta sobre las piernas. Asiento con la cabeza. —¿Eso te afecta? —inquiero divertida. Se encoge de hombros. —Un poco sí, no estoy acostumbrado a que las mujeres se escapen —replica. Ruedo los ojos. —¿No deberías estar en la mesa de los mejores amigos de Miguel? —pregunto con tono desinteresado, mirando como un mozo comienza a depositar el primer plato delante de nosotros. —Mmm, se supone que tengo que estar en esa mesa, pero hice un pequeño arreglo… —Se ríe y mi amiga me golpea la pierna por debajo de la mesa para que diga algo. —Ah, este… que bien —es lo único que pued

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